Editando el blog

domingo, 23 de mayo de 2010

No te dejes llevar por la primera impresión (2ª parte)

1 finales
(Continuación de la primera parte)

Cuando al fin llegamos al comedor mire al mi alrededor y era la típica escena de cualquier otro restaurante que podías encontrar en las calles de clase media-baja. Aquello era algo a lo que yo no estaba acostumbrada pero no creía tardar mucho en cogerle el truco.
Nos acercamos sin mediar aun ni una sola palabra hacia una especie de barra de bar compuesta de metal y sobre ella había varios tipos de alimentos donde la gente elegía lo que quería comer y se lo colocaba en una bandeja. ¿Tenía que coger una porción de cada cosa que había allí? Era demasiado para mi. Observé a los que iban por delante mía y me di cuenta de que cada uno tomaba algo diferente y que al llegar al final del todo le pagaban a alguien que estaba tras una máquina que marcaba el precio de todo lo seleccionado.
Me había engañado a mi misma, me iba a costar más de lo que creía en acostumbrarme.
Me quedé parada en la primera barra (era el nombre que le había proporcionado pues no tenia ni idea de como se llamaban) y miré los alimentos que allí había. Hasta la mitad estaba una selección de ensaladas que debía que servirme con unas pinzas como las que los mayordomos usaban en casa para servírmela, y la otra mitad estaba repleta de panes variados, algunos que ni siquiera había visto en mi vida.
Cuando miré la bandeja del aquel chico que me había llevado hasta allí, y del que aun desconocía su nombre, me percaté de que tenia un plato grande y otro pequeño de plástico duro acompañados de los tres cubiertos principales envueltos en una servilleta de papel. Normalmente mi primera reacción habría sido de la cutrez y la sencillez de la vajilla que utilizaban para comer pero no podía permitirme juzgarlos y menos ahora. ¿Dónde estaban mis platos y mis cubiertos? Comprobé que al principio de la cola justo donde había cogido la bandeja también estaban los platos y los cubiertos que había olvidado coger y ahora era demasiado tarde volver atrás pues se había formado una larga cola detrás de mí.
No sabia que hacer, si continuar hacia delante, intentando encontrar algo sencillo que careciera prácticamente de plato, o pedirle a alguna de las persona que había tras de mi que me acercara alguno. La segunda opción habría sido la elegida si no hubiera sido por las miradas de desespero e impaciencia que me estaban lanzando todos los que formaban la cola tras de mi.
Empecé a ponerme nerviosa y mi respiración se aceleró cuando el tumulto comenzó a darme más prisa con sus quejas incesantes. Me sentía atrapada y sin salida y mi cuerpo se había bloqueado cuando en ese momento alguien que se encontraba en el lado que la cola avanzaba me quitó la bandeja de las manos y me di la vuelta viendo que era el chico que me había llevado hasta allí.

- Por qué no vas buscando una mesa mientras yo cojo algo de comer para los dos ¿de acuerdo? Intentaré buscarte algo sano y que sea de hoy.

Aquella última broma me arrancó una sonrisa y me relajó todo mi cuerpo consiguiendo que se moviera de nuevo.
Me fui a buscar una mesa libre y me senté en una que no se encontraba muy lejos de la salida del comedor. No estuve ni cinco minutos esperándole cuando llegó con una bandeja en cada mano repletas de comida y aquello hizo acordarme de mi fantasía en el primer momento que lo vi y sobre todo pensar en aquellos brazos que me sujetaron en mi momento de flaqueza.
“¡Basta ya! Pareces una adolescente en celo”

- Espero haber acertado con todo. Tienes pinta de ser una chica que se cuida, excepto por lo de no haber comido nada en el día de hoy.

Miré a mi bandeja y comprobé que todo lo que había era de mi gusto. Una ensalada mixta de primer plato y pechuga de pollo a la plancha acompañado de unas mini patatas al horno de segundo, una botellita de agua mineral y de postre una manzana roja y reluciente. Lo que más me sorprendió ver es que él se había escogido lo mismo y eso me llevó a dos hipótesis: la primera era que sabía cuidarse y por eso tenía aquel cuerpo; y la segunda que no le apetecía mucho pensar que encogerse y optó por lo que me había elegido a mí. De cualquiera de las dos maneras había escogido muy bien.

- Perfecto. Todo muy sano y de mi agrado, muchas gracias... eh... Perdona pero no querría volver a decir “como te llames”, la primera vez como broma está bien pero una segunda es un poco descortés.

Se me quedó mirando mientras bebía un poco de agua como si lo que hubiera dicho estuviera fuera de lugar. Tal vez mi forma de hablar había sido demasiado educada pero no estaba acostumbrada a hablar con desconocidos que se había comportado conmigo amablemente sin serlo yo también. Tal vez debía cambiar mi manera de hablar para que sonara un poco más... callejera, supongo.

- Emmm... perdona, es que mi familia me a educado de una...

- Javier.

- Como... ¿qué? -aquello me había tomado por sorpresa.

- Mi nombre, es Javier. Siento no haberme presentado antes, tienes razón es un tanto descortés, pero por mi parte no por la tuya -ya había comenzado a comer mientras que mi plato seguía intacto y cada vez mas frío-. ¿Y tu nombre cual es? Te lo habría preguntado antes pero he preferido esperar un poco a que se te pasara la conmoción tras el desmayo.

- P... pu...pu... pues... em... yo -emití un soplido fuerte para despejarme y que las palabras salieran de mi boca-. Me llamo Violeta. Si, eso... Violeta.

Javier me miraba con el ceño fruncido y estaba claro que había sido por mi reacción. No le duró mucho aquel gesto y enseguida lo cambio por una sonrisa que marcó un surco en su mejilla antes de continuar comiendo como si nada hubiera ocurrido. Me mordí el labio inferior tras aquel momento de tensión y me quedé mirándolo un segundo mientras comía hasta que volví en mí y comencé a vaciar el plato de mi comida.
Fue una comida con mucha tensión. No nos dirigimos ni una sola palabra durante la comida aunque aquello era bueno pues yo no era de muchas palabras mientras comía. No fue hasta que los dos estábamos troceando las manzanas que mi cerebro intento ponerse en marcha e iniciar una conversación, pero lo cierto es que lo que quería era una explicación de aquella interrupción a mi conversación con Vero.

- Esto... Javier, verás... quería preguntarte...

- Quieres saber por qué no te he dejado hablar antes con Vero ¿verdad? -me quedé anonadada sin saber muy bien que decir, tan solo pude asentir con la cabeza-. Lo cierto es que no deberías hablar con ella ni con nadie sobre tu vida privada, si lo haces le darán tantas vueltas que al final lo que se rumoreará por ahí es que estas casada y con un hijo secreto del que ya no quieres saber nada más. Aquí se les da muy bien inventar y cambiar las vidas ajenas.

- ¿Lo que me estás diciendo es que no me haga ningún amigo aquí?

- Nooo... lo que te estoy diciendo es que no te puedes fiar de nadie. Amigos los que quieras, pero tu vida privada es solo tuya, no la compartas con nadie.

Me quedé un momento mirándolo intentando analizar aquello que me había dicho mientras se comía la manzana al mismo tiempo que yo. Mi intención era hacerme amigos, pero nunca tenía intención de contarles la verdad sobre mi vida, pero podría ocurrir que si les contaba una vida inventada tal vez no se la creyeran y descubrieran mi verdadera vida y eso seria mucho peor que si se inventaban una. Para mí el que descubrieran mi mentira seria mucho peor que si dicen que tengo un hijo del que no me hago cargo. Bueno, más o menos, pero el que descubrieran mi mentira seria el fin de mi nuevo comienzo aquí, así que tal vez debiera hacerle caso.

- Pues si no me debo de fiar de nadie tampoco debería de fiarme de ti, ¿no es cierto? -casi se atragantó con el último trozo de manzana que se llevó a la boca y me miró incrédulo a lo que le acababa de decir-. Ese ha sido tu consejo, no debo fiarme de nadie aquí y tú eres de aquí, así que lo tengo claro. No debo de fiarme más de ti.

Lo miré con una sonrisa burlona y esperando a su reacción después de aquel imprevisto atragantamiento terminándome la manzana para después levantarme de la mesa. Escuché como él también se levantaba arrastrando su silla y se llevó las bandejas hasta otra especie de barra que tenia una cinta negra y se llevaba las bandejas a otra sala. Tenía que recordar todo lo que Javier hacia para poder hacerlo por mi cuenta sin sufrir la indecisión de antes.
Me siguió hasta la salida del comedor y continuó caminando a mi lado hasta que llegué a la recepción donde Vero me devolvió mi maleta y me dio la llave de una de las habitaciones y pidiéndome que más tarde bajara para aclarar el tema del alquiler. En todo aquel momento Javier no dijo ni una sola palabra e incluso tomó mi maleta y me ayudó a llevarla hasta la habitación que me habían dado.
Una vez estábamos frente a la puerta y la abrí Javier metió la maleta dentro de la habitación y la dejó junto a la puerta pero en lugar de salir de la habitación se quedo parado en la puerta apoyado sobre el marco y dejándome a mi fuera. Lo miré extrañada y de nuevo sorprendida al ver que su cuerpo ocupaba casi todo el acceso a la habitación. Se cruzó de brazos y se inclinó un poco hacia delante hasta estar más o menos a mi altura pero sin estar muy cerca de mí.

- Tienes razón, no deberías fiarte de mí pero te puedo ayudar más que cualquier otra persona que viva aquí. Además, me debes un favor.

- ¿Qué? Yo qué favor te debo a ti.

- Te he ayudado cuando te has desmayado. O ya no te acuerdas a quien tenias delante nada más despertarte.

Tenia razón no debía confiar en él, sobretodo ahora que me había mentido de aquella manera.
En aquel momento yo estaba semi inconsciente pero me dí cuenta perfectamente de que había sido otro chico, el de la voz grave y penetrante quien había estado ahí primero intentando despertarme y después se fue para aparecer Javier frente a mí. Me acordaba perfectamente de aquello, era imposible olvidarme y él quería cambiar la versión.
Miré al suelo intentando relajarme para decirle lo que se me estaba pasando por la cabeza sin excederme demasiado. Cuando volví a alzar la cabeza lo miré a los ojos y me relajé por completo al ver aquellos ojos que me hipnotizaban de los irreales que parecían ser; pero no, debía de concentrarme.

- Me acuerdo perfectamente de quién estaba frente a mí cuando desperté y sé que tú no eras. Lo primero que recuerdo es una voz que me decía algo y no es la tuya, además que luego aquella persona se marchó y apareciste tú, así que no me vengas con esas de que fuiste tu el único que estuviste ahí ayudándome por que no me lo creo -se quedó con la boca medio abierta al ver mi reacción tan provocativa y decidida-. Y ahora, si no te importa, me gustaría entrar en mi habitación y poder descansar.

Aparté su gran cuerpo de la puerta sin pensar, por una vez, en la perfección que lo formaba y me coloqué en el lugar donde el había estado con una mano sobre el pomo de la puerta preparada para cerrársela en las narices.

- Encantada de haberte conocido, Javier. Ya nos veremos y, espero, que en otras circunstancias.

- Un momento, un momento Violeta -frenó la puerta apoyando su mano en la puerta-. Crees que no era yo por la voz, ¿no? -asentí-. ¿Y no sentiste que los sonidos que escuchabas justo cuando despertabas eran muy diferentes a los que comenzaste a escuchar después de recobrar completamente el sentido?

Tenía razón. Los murmullos de la gente sonaban mucho mas graves y distorsionados cuando vi a aquella persona borrosa con aquella voz que me cautivaba y que después se marchó; al tener la vista borrosa la silueta que tenía delante era difícil de distinguir y el movimiento fue igual de brusco como lo fue la voz. Tal vez decía la verdad o tal vez no, ya no sabía que pensar ni que decisión tomar. Necesitaba un buen descanso para despejar la mente y aclarar mis ideas.
Debía de estar reflejando la misma confusión que se desarrollaba en mi mente por todo mi cuerpo, pues la mirada de Javier así parecía confirmarlo.

- ¿Verdad? No eran los mismos y lo sabes, se te nota en la cara aunque intentas disimularlo. No importa, no me molesta pero al menos admítelo.

- Esta bien, no eran los mismos, pero la primera persona que estaba delante mía se apartó y después apareciste tú y eso es una muestra de que hubo alguien antes que ti ayudándome -pero había algo más que me intrigaba-. ¿Y como es que sabes que el tono de las voces era diferente?

- Era yo. Me aparté un momento para pedirle a la gente que se apartara un poco y después volví -miró al suelo y resopló como si todo aquello le doliera, como si no soportara el que yo no aceptara lo que él me estaba contando-. Mira, no se para que intento convencerte, tú estás convencida de que fue otro y ¿quien soy yo para quitarte esa ilusión?

Se giró y encaminó por el pasillo de la derecha.

- No, Javier, un momento. Verás es que estoy tan convencida de que era otra persona que no he sabido encajar tu versión y en aquel momento la confusión se me apoderó. Lo siento -lo intercepté a mitad del ancho pasillo y lo miré con una sonrisa modesta de disculpa y él me dirigió otra-. Si dices que fuiste tú te creo y aunque no hubieras sido también me ayudaste de todas maneras, pero no por eso te debo ningún favor, que no quiero imaginar como querrías que te devolviera el favor.

Me miró impactado y ofendido como si lo que hubiera dicho hubiera sido un insulto hacia su persona. Me encogí de hombros al no saber que decir a su reacción.

- Tan solo te iba a pedir que confiaras en mí, que ya que no puedes confiar en nadie me devolvieras en favor confiando en mi. ¿Qué crees que habría sido capaz de pedirte? -Volví a encogerme de hombros y riéndome al imaginar lo que él podría haberse imaginado lo que a mí se me había pasado por la cabeza-. Entonces... ¿confiarás en mí?

- Pues ya que te debo el favor y viendo que es la mejor manera que puedo devolvértelo sin nada extraño por delante... mmm..... por que no. Además necesito a alguien de confianza aquí si quiero sobrevivir más de dos días...

- Y conmigo ya has sobrevivido uno. Si no llega a ser por mí se te comen viva en la cola del comedor.

Me tapé la cara con las manos al recordar aquel momento tan humillante y agobiante que había pasado y al mismo tiempo me reí al imaginar la escena desde otro punto de vista.

- No te preguntaré por que no sabias que debías hacer, ya que no todos hemos estado en algún restaurante de comida rápida o una gasolinera con restaurante, pero tú era como si fuera la primera vez que veías en un lugar así.

- No, claro que he estado en sitios así mucho antes -“Mentirosa, mas que mentirosa”-. Pero es que aún estaba un poco aturdida por el desmayo y... -lo miré con rabia fingida y me dirigí hacia mi habitación hasta pararme en la puerta- ¿Por qué tengo que darte explicaciones?

Giró medio cuerpo mirándome con una sonrisa que me daba a entender que había captado mi fingida rabieta y yo sonreí correspondiendo de la misma manera.

- Aún estoy comenzando con el proceso de confiar en ti, y es un proceso largo, así que mientras tanto aun van a ver cosas que no pueda decirte o que me cueste admitir. Vete acostumbrando.

Esperé una respuesta por su parte, pero lo único que obtuve fue una reverencia al más puro estilo de la edad media que me fue suficiente como respuesta y además me hizo reír al ver todo aquel enorme cuerpo haciendo tal reverencia.
Acababa de conocer a Javier y, aunque le había dicho que confiaría en él, me iba a costar confiarle ciertas cosas. Comenzaba a caerme bien, y no quería mentirle, pero nadie era lo suficientemente de confianza para contarle de verdad de quién era yo y mucho menos sin apenas conocerle. Por ahora intentaría no comentar nada sobre mi vida y centrarme en salir adelante y más tarde, cuando me viera realmente preparada para dar un paso adelante, intentar decir algunas, pero muy pocas, verdades.
Javier volvió a ponerse erguido y me guiñó un ojo antes de volver a encaminarse por el ancho pasillo y desaparecer escaleras abajo. Antes de que se marchara le sonreí y entré en la habitación y sin pararme a analizar la calidad de todo el mobiliario. Visualicé la cama y me tiré sobre esta haciéndome un ovillo para quedarme, en pocos minutos, profundamente dormida.

No te dejes llevar por la primera impresión (1ª parte)

0 finales
Un sonido. Una voz a lo lejos que parecía decirme algo. Intenté abrir los ojos pero la claridad que me rodeaba me hacia daño a las pupilas. Aquella voz seguía sonando, una voz grave pero agradable que, ya estaba segura, se dirigía hacia mí.
¿Qué me había ocurrido? Lo último que recordaba era el estar hablando con la recepcionista de la residencia de estudiantes que al fin había encontrado para poder hospedarme y descansar de aquel nuevo viaje que había emprendido; y después de eso... nada. No recordaba nada más de lo que había ocurrido.
¿Eso blanco era el techo?
Ahora lo recordaba. ¡Me había desmallado! Pero ni idea de por qué. Mi memoria terminaba viendo la cara de la recepcionista que, entre burla y negación, me negaba el poder alquilar una habitación aún habiendolas de sobra. Su escusa, había que hacer una reserva 15 días antes, como si aquello le importara.
Seguía sin ver mucho más y a mis ojos les costaba acostumbrarse a la claridad y enfocar la figura de aquella persona que me hablaba a apenas medio metro de distancia. Su voz me embaucaba, me relajaba de tal manera que me daba igual no poder ver bien nunca más, si podía escuchar esa voz siempre no me importaba perder mi otro sentido. Poco a poco mi vista se iba acomodando a la claridad pero entonces aquella persona se alejó y la sustituyó otra con una voz también grave pero no tan atrayente. No quería que se fuera, quería poder ver la imagen de aquella voz que me había cautivado, quería que volviera.
Mi boca comenzó a moverse involuntariamente y de ella salían palabras que parecían extrañar a la persona que ahora se encontraba delante mía. ¿Qué estaría diciendo? Tal vez estaría delirando, soltando por mi boca cualquier cosa que les haría sospechar que necesitaba un médico urgente.
Al fin pude ver con claridad y un chico con unos ojos verdes, que me impactaron nada más verlos por aquel resplandor esmeralda que deprendían, estaba acercando su cara a la mía preguntándome algo que aún me costaba entender. Dios mio, ¡que ojos! Si no fuera por que podía ser algo imposible habría jurado poder ver aquellos ojos incluso en una habitación completamente a oscuras. No podía apartar la mirada que ellos.
¿Qué me estaba pasando? Primero aquella voz y ahora los ojos de este chico. Me estaba obsesionando con los sentidos de la gente, tan solo me faltaba sorprenderme por el sentido auditivo de alguno de los allí presentes.

- ¿Te encuentras bien?

Ahora podía escucharle y al fin aparte mi mirada de sus ojos y miré a toda su cara comprobando que tenia algo más que aquellos impactantes ojos. Tenia el pelo negro azabache y la piel bronceada. Tal vez seria por eso que sus ojos me impactaron tanto a primera vista, en aquella tez oscura, que era natural y no bronceado de playa para mi sorpresa, y el cabello tan oscuro hacia que sus ojos fueran lo que más se veía en todo su rostro.
Esperaba mi respuesta y yo no había hecho más que analizarlo así que asentí con la cabeza y él extendió su mano tomándola con la mía para ayudarme a ponerme en pie. Sentí un leve mareo y aquello hizo que aquel chico me sujetara rodeandome con ambos brazos, me apoyé sobre él intentando concentrarme el poder mantener el equilibrio por mi cuenta.
Aún estaba en sus brazos cuando vi que alrededor nuestra estaban casi todas las personas que estaban en el hall en aquel momento. Me ruboricé de tal manera que tuve que fingir volver a marearme para que nadie pudiera ver mi cara tan colorada como si me hubiera pasado horas en la cámara de bronceado de rayos UVA.

- Creo que ya esta mejor, no os preocupéis me encargaré de ella. -dijo el chico y escuché como los murmullos de la gente se iban alejando poco a poco-. Ya puedes dejar de esconderte, nadie va a ver lo roja que te has puesto.

Me separé apenas para ver su cara que me dirigía una sonrisa burlona pero sin malicia alguna y giré para ver que todo el mundo se había marchado de mi bochornosa escena. Al notar como los brazos de él se aflojaban dándome paso a separarme de él fui apartándome poco a poco observando aquel cuerpo que me había sujetado.
Mi sentido no me había engañado, ¡aquel chico era un armario!
No era mucho más alto que yo, al menos diez centímetros más alto, pero su cuerpo era puro músculo y sabia portarlo con maestría. Sus brazos, su torso, su abdomen; era como aquellos hombres de los que había leído en los libros de literatura romántica o en las telenovelas de la tarde. Todo aquello unido a aquel rostro y aquellos ojos era como tener un dios griego en carne y hueso. Además sabia vestir con elegancia en concorde a su economía, por que aquel polo que llevaba no era de gran calidad, pero que bien le quedaba. La ropa no le venia ni muy ajustada ni muy suelta, los vaqueros eran desgastados y los conjuntaba con las zapatillas de tela blancas y aquel polo blanco de manga corta que daba a lucir aquellos enormes brazos y un tanto ajustado, pero no demasiado, que dejaba un poco marcados aquellos pectorales que debía ser un espectáculo contemplarlos tras un baño en la piscina.
¡Madre mía, que salida que estoy! El chico es guapo si, y tiene un cuerpo de primer premio pero yo no buscaba solo aquello en un hombre, tenia que ver como era por dentro también además que nunca han sido mi tipo esta clase de chicos, a mi siempre me han ido más comunes. Con eso no me refiero a que no se cuide pero no exijo tanto. ¿Y que había sido de aquella voz? Esa voz grave y dulce con la que había recuperado el conocimiento. Tenía que encontrar de quién era esa voz, tenía que conocer a ese chico fuera como fuese, no me importaba como fuera o que clase de gente regentara, quería conocerle y descubrir si era alguien con quien poder pasar cada segundo de mi vida.

- ¿Ya te encuentras mejor? Si quieres puedes sentarte un poco.

Me había olvidado del dios griego. Hace un momento no hacía más que pensar en él y en cuanto me he acordado de aquella voz le he olvidado por completo. Esto me dejaba claro que él solo me atraía físicamente, pero de todas maneras nunca habría querido nada con él. Es un dios, si, y no me cansaré de llamarlo así, pero tenía el mismo o parecido estereotipo de los hombres que mi padre me presentaba continuamente para que salieran conmigo. A parte de que este chico no se pareciera en nada a la forma de ser de aquellos hombres no podría estar con alguien que me recordara todo aquello.

- No, no te preocupes ya estoy mejor. Y mejor me quedo de pie, creo que si me siento volveré a caer rendida otra vez.

Un sonido interno ronroneó cerca nuestro y sus ojos bajaron por mi cuerpo hasta mi estómago que seguía quejandose de una manera estruendosa y vergonzante. Coloqué mis manos en mi estómago intentando que el ruido cesara pero aquello continuó y mi vergüenza fue completa después de todo lo ocurrido.
Su moderada risa me abochornó de tal manera que no sabia donde esconderme. La única manera que tenía de esconderme de la situación era agachar la mirada y creer que estaba muy, muy lejos de allí y que nada había ocurrido. Cuando mi mente estaba intentando borrar todo aquello algo se posó en mi hombro y alcé la cabeza viendo la cara del chico en la que se dibujaba una sonrisa despreocupada.

- Tranquila, es normal cuando es la hora de comer. -levantó su brazo izquierdo mostrándome el reloj que rodeaba su muñeca y mostraba las tres de la tarde-. Y no eres la única, a mi también se me estaban quejando las tripas hace un rato. Así que vamos, te invito a comer.

- ¿Q... qué? -tartamudeé y... ¿me había sonrojado?-. No, no pasa nada, por ahora me conformo en conseguir una habitación, ya podré comer luego.

- Que te crees tu eso. Vas a venir conmigo a comer algo si no quieres volver a desmayarte -apartó su mano de mi hombro y se colocó a mi lado esta vez rodeando mis hombros con su enorme brazo derecho. Es ese momento me sentí enana-, y ya nos encargaremos de la habitación después.

“¿Nos...?”
No supe que decir, me paralicé y ni un solo sonido pudo salir de mi garganta cuando me llevó con él hacia la zona donde se encontraba el comedor con todo su cuerpo caminando a mi lado. Me dio la sensación que de que todo el mundo nos miraba, pero también podía ser mi propia sensación de sentirme un gnomo de jardín al lado de aquel chico, que, ahora que lo pensaba, no tenia ni idea de su nombre. No me molesté ni en preguntarle como se llamaba y estábamos a menos de veinte de pasos de sentarnos en una mesa y comer juntos, que menos que saber su nombre, ¿no?
Me paré en seco y me olvidé aquel pensamiento de preguntarle su nombre al acordarme de algo un poco más importante para mí. Me giré mirando mi maleta que seguía al lado de la recepción sin nadie que la custodiara. Tenía ropa carísima ahí dentro y más que miedo a que me la robaran tenia miedo a que la abrieran y me hicieran preguntas de por que una chica que no parecía tener nada tenía más de doce mil euros en ropa. Volví a girarme mirando al chico dándole a entender que estaba preocupada por mi maleta.

- Oye, emmm... como te llames -sonreí amablemente para que viera que decía eso sin ninguna malicia ya que realmente no sabia su nombre-. Estoy dispuesta a ir a comer contigo porque tienes razón. comer es, ahora mismo, mas importante pero no puedo dejar mi maleta ahí donde cualquiera puede verla y llevársela. Con eso no digo que aquí nadie sea un ladrón pero si diera la casualidad de que...

- Shhh... -siseó colocando un dedo delante de sus labios pidiendo callarme- Eso tiene solución, no hace falta que pronuncies un discurso para hacérmelo entender, ¿si?

Pasó por mi lado y se dirigió hasta la recepción ignorando por completo mi maleta y se puso a hablar con la recepcionista. Valla una solución, ignorar mi maleta no es una solución y quería hacérselo entender. Fui hasta mi maleta y la arrastré hasta donde él estaba hablando con la recepcionista.

- Venga, Vero, hazme este favor. Si tú y yo sabemos que nunca cumples con las normas -estaba haciendo un trato con ella para que me diera una habitación. Como siempre había prejuzgado a alguien sin apenas conocerle-. Solo te pido que le alquiles una habitación y que le guardes la maleta un rato, nada más.

La recepcionista frunció los labios no muy convencida del favor que le estaba pidiendo y cuando miro al chico enarcó una ceja que me llamó la atención. Cuando miré al chico vi que la estaba mirándola en un intento de seducción que por la reacción de la recepcionista había fallado rotundamente y me fue inevitable soltar una risa silenciosa que tan solo captó la recepcionista.

- Te haré el favor si dejas de “intentar” seducirme, además de otra condición.

- Dejame adivinar. Quieres que le convenza a Fran de que te pida salir sin que sea evidente que me lo has pedido tú.

La recepcionista asintió e intercambio una mirada con el chico dando por zanjado el trato. Me sorprendió ver que a Vero (tuve que dar por sentado que ese era su nombre ya que había salido en la conversación entre ellos varias veces) no le atraía en absoluto aquel chico que para mi era un dios griego, pero también se me llegó a pasar por la cabeza que Vero lo conocería hace tiempo y ya no se dejaba embaucar por él.

- Perdona por lo de antes -me dijo Vero-. Espero que no fuera ese el motivo de tu desmayo.

Me sonrojé de nuevo perdiendo la cuenta de las veces que me había sonrojado desde mi bochornoso desmayo.

- No importa, además fue culpa mía, llevo un día muy estresante y...

- Esta bien, se acabó la conversación -el chico tomó mi maleta y la dejó detrás de la recepción para luego volver a mi lado y tomarme por el brazo-. No es por nada Vero pero esta chica necesita comer algo, si eso ya habláis después. Hasta luego.

Me arrastró con él hacia el comedor y miré a mis espaldas viendo la sorpresa impresa en la cara de Vero tras la reacción del chico. Yo también estaba sorprendida de aquella reacción tan inesperada, no entendía cuál era el problema que hablara con Vero y tenía la sensación de que le costaría contármelo, pero por lo menos podía intentarlo.

(Continúa en la segunda parte)

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Al fin lo encontré?

2 finales
Cuando salí del taxi y vi el edificio que tenia situado frente a mi, no sabia como expresarme. El lugar no estaba mal, pero nunca había vivido fuera de los lujos que me proporcionaban y aquello me parecía poca cosa.
“No pidas más, suerte tienes de encontrar este sitio”
Eso es, no podía pedir más; no debía pedir más. Había huido de los lujos por que me estaban agobiando y aquel sitio era perfecto para empezar. Podía camuflarme entre los estudiantes y ser una más.
El taxista sacó mi maleta de la parte trasera del vehículo y la colocó a mi derecha dirigiendo su mirada hacia el edificio. La entrada era acristalada y se podía ver todo el movimiento que ocurría en el hall. Las paredes eran grises, de nueva construcción y se extendía a lo largo de la calle a unos veinte metros de distancia. El lugar se veía grande y eso me hacia imaginar que las habitaciones podían ser bastante grandes para sentirme cómoda, pero lo mejor era no hacerme ilusiones aún, todavía no había visto el interior.
Me habría gustado saber que expresión se dibujaba en mi cara cuando el taxista me miró tristemente como si no hubiera acertado en su elección.

- Tal vez debería llevarla a un lugar mejor. Sé de un hotel por aquí cerca que...

- No. -le interrumpí-. Me gusta el sitio. Sencillo y con vida. A hecho una buena elección.

Le sonreí sinceramente hasta que de su rostro se borró la preocupación. Aquel hombre ya me había ayudado bastante y el verme contenta por su elección parecía hacerlo feliz a él también.
Volví de nuevo mi mirada hacia el edificio y sonreí por haber encontrado aquel lugar.
Me gustaba.
De verdad me gustaba aquel lugar. Era perfecto para comenzar de nuevo, y la verdad era más de lo que me había imaginado pues creía que acabaría bajo un puente. Había sido gracias a el taxista que aquello no había ocurrido.
Me despedí del taxista después de pagarle toda la carrera y aún él insistió en ayudarme con la maleta para llevarla a dentro, pero me negué. Su servicio conmigo había terminado una vez había tomado el dinero. Le agradecí toda la ayuda y, aunque seguía sin fiarme mucho de él, le di un abrazo agradecido y le mandé recuerdos a su hija.

- Espero poder conocerla algún día.

- Estoy seguro de que a ella también le gustaría conocerla a usted Señorita. Las dos se parecen mucho.

- Deje de tratarme de usted. Llamame Violeta. -extendí mi mano y la estreché con la suya en un fuerte apretón al que ya estaba acostumbrada cuando tenia que saludar a los socios de mi padre.

- Un placer. Usted... quiero decir, “tú” llamame Antonio. -aflojo el apretón de mano y posó su mano en mi hombro mostrandome una sonrisa complaciente-. Siempre que necesites ayuda me llamas a este numero, y mi mujer o mi hija seguro estarán encantadas de ayudarte.

Quitó la mano de mi hombro y sacó de su bolsillo una tarjeta con un número de teléfono fijo escrito bajo su nombre.
Sentí que había juzgado a Antonio con demasiada antelación. Apenas le conocía pero, se ganó mi confianza totalmente.
Tomé la tarjeta sonriendole agradecida y pude ver como sus ojos entristecía aquella despedida. Para no alargar mas aquello guardé la tarjeta en el bolso y alargué el mango de la maleta arrastrandola hasta la entrada.
Cuando fui a entrar giré la cabeza y vi que Antonio seguía allí esperando a verme entrar sin problemas. Cuando finalmente atraviese las puertas, Antonio subió a su taxi y lo puso en marcha alejandose por la calle hasta desaparecer.
Ahora todo dependía de mi. Antonio me había ayudado cuando me había propuesto apañarmelas por mi misma nada mas salir de mi casa, y eso me reconcomía, pero ahora si todo estaba en mis manos.
En el hall había bastante movimiento. A mi izquierda había unos cuando sofás acompañados de pequeñas mesas donde unas pocas personas conversaban mientras que la música de fondo acompañaba. Por el mismo sitio, un poco mas adelante, había un pasillo que, por un cartel que colgaba de la pared, dirigía a la sala de juegos y el comedor. A la derecha había un gran tablón de anuncios junto a los buzones de las muchas habitaciones del edificio. Y un poco más adelante pude ver lo que buscaba nada mas entra: la recepción.
Arrastré la maleta hasta el enorme mostrador de la recepción y saludé a la chica que estaba situada detrás escribiendo en el ordenador muy concentrada. Esperé un poco pues creía que la había interrumpido en algo importante, pero cuando escuché el sonido de cuando recibes un mensaje en el messenger a través de los cascos que tenia colocados y que estaban enchufados al ordenador, fruncí el ceño bastante molesta por ignorarme de aquella manera.
Carraspeé un par de veces esperando que me atendiera, pero ella seguía ensimismada en contestar a sus contactos. Tamborileé las uñas en el mostrador de la recepción impaciente y me puse a mirar a mi alrededor mirando a la gente que seguía sentada en los sofás y que entraba y salía del edificio.
“Maldita sea mi educación” Maldije en mi mente por no saber que hacer en aquella situación.
Me habían educado de manera que tenia soportar todas las situaciones sin alterarme ni impacientarme; pero mi forma de ser era todo lo contrario a lo que me habían enseñado.
Deje el rítmico sonido de mis uñas contra la madera del mostrador y volví a mirar a la recepcionista. ¿Tenia pensado dejarme aquí de pie durante todo el día? No podía quedarme callada. ¡No debía! Que le den a mi educación, de ahora en adelante debía ser yo misma.

- Perdona, -“¡Has dicho algo! Bien hecho”-. pero llevo aquí casi cinco minutos y aún no me has atendido.

Me sorprendí a mi misma por haberme atrevido a decir algo. Siempre que quería quejarme de algo había alguien que me lo impedía y tuve que aprender a callarme mis opiniones. Aquello me había llevado a no saber nunca como enfrentarme a los demás, pero ahora tenia mi oportunidad.
La chica al fin alzó la cabeza y me miró a la vez que se quitaba los auriculares. Su primera mirada era fría, indiferente, ausente; pero de repente la cambio y fue amable, interesada, atenta y acompañada de una gran sonrisa.

- Lo siento mucho. Es que hacia días que no podía conectarme y me e entusiasmado. No era mi intención ignorarte.

No supe que decir. Su cambio de actitud fue tan repentino que me captó por sorpresa. Decidí no darle importancia, no quería que mi primera impresión fuera de una mal educada.

- No, da igual. Al menos ya me has hecho caso. -le dirigí una sonrisa relajada-. Quería alquilar una habitación, si que tenéis alguna libre.

- Si, claro que las hay.

Quedó callada y mirandome con aquella sonrisa que me confundió. Su rostro se mostraba amable pero parecía que en su mente me estaba rebajando hasta un punto inimaginable. Había dejado aquella frase en el aire mientras que yo esperaba la continuación.

- ¿Y entonces, podrías alquilarme una?

- No.

- ¿Por que? Acabas de decir que si hay habitaciones libres.

- Exactamente. Y las hay, pero tienes que llamar con quince días de antelación para acceder a una.

No entendía nada. Si hay libres ¿qué mas daba que no hubiera llamado?. Parecía estar regocijándose con todo aquello, daba la sensación de que disfrutaba viendo mi rostro desconcertado.

- ¿Y no puedes hacer una excepción? Si hay habitaciones libres y yo ya estoy aquí no creo que halla ningún problema.

- Lo siento, pero yo no hago las normas.

- Por favor. -le supliqué-. Necesito un sitio económico y todos los hostales están repletos. Si quieres te pago dos meses por adelantado, pero...

Se me comenzó a nublar la vista y el mundo comenzó a tambalearse bajo mis pies. Pude ver como el rostro de la chica se alejaba y su voz sonó como si se alejara cada vez más rápido. Intente sujetarme al mostrador pero mi cuerpo se fue hacia atrás antes de poder rozar la madera.
Cai al suelo y escuche un leve sonido que me pareció ser mi cuerpo al caer e impactar contra las baldosas de mármol. No sentí ningún dolor, mi cuerpo no se percató del impacto, tan solo mis ojos reaccionaron y poco a poco se fueron cerrando sumiendome en una oscuridad que me provoco un terror que nunca había sentido.

martes, 20 de abril de 2010

Buscando un hogar

1 finales
El trayecto en taxi se me hacia eterno. Los edificios parecían pasar a camara lenta aun yendo el coche a casi setenta kilómetros.
Podía ver a todas aquellas personas que ocupaban los coches que pasaban por nuestro lado; una joven pareja disfrutando de una conversación con su acompañante a la vez que de la música que suena en la radio del coche, unos niños atentos a la película que esta puesta en el DVD del coche y los padres felices al disfrutar de aquella tranquilidad del viaje o varios chicos hablando animadamente en lo que parecía unas vacaciones en grupo.
Me sentía verdaderamente sola al ver a toda aquella gente haciendo cosas, teniendo lugares a los que ir y tener con quien compartirlos. Tal vez había cometido un error al irme de casa tan repentinamente...
“No, Violeta, no digas eso. Ahora estas sola, pero antes, aun estando rodeada de tu familia también estabas sola.” Pensé auto-convenciendome a mi misma para no recaer en aquel pensamiento.
Pero era cierto, en aquella casa, aun de estar ocupada por tanta gente: mis padres, mis hermanos, los guardaespaldas, las criadas, los mayordomos, los cocineros...; me sentía completamente sola. Nunca me e sentido verdaderamente acompañada en ningún momento de mi vida. Tal vez nunca lo llegue a sentir; tal vez mi destino es sentirme sola para siempre aun estando rodeada de mi familia, amigos y, si es que alguna vez ocurría, de mi verdadero amor.
Otra cosa imposible.
El taxi se paró en un semáforo y el taxista se giró mirandome intrigado. No sabia que era lo que quería pero su rostro parecía decir que no sabia que camino debía seguir.

-Perdóneme Señorita, pero me dijo que ya me diría a donde quería ir una vez lleváramos un buen trayecto.

-¿Si? Oh, perdone- dije casi en un murmullo, ya que realmente no recordaba ni lo que le había dicho una vez había entrado en el taxi-. ¿Podría dejarme en el punto de información turístico mas cercano, por favor?

El taxista no dijo ni expreso nada, tan solo desvío su mirada hacia la carretera justo en el momento que el semáforo se ponía en verde. No habíamos recorrido ni diez metros cuando el taxista volvió a aparcar en una zona reservada para los taxis. Mi cuerpo se tensó y mi mirada se posó en el reflejo del rostro del conductor en el espejo retrovisor. Su mirada era relajada y complaciente, y en cuanto giró la mitad superior de su cuerpo para mirarme cara a cara pude ver esa sonrisa amable que me dijo al instante que había comprendido que no tenia ni idea de donde ir.

- Vera Señorita, por donde la he recogido supongo que es hija de un gran empresario y una niña mimada que por capricho, y saber que otro motivo, se a escapado de casa...- mi boca se abrió con un reproche a punto de salir pero el taxista se me adelantó levantando su mano produciendo que mi boca se cerrara al instante y mi mirada enfurecida se le clavara en la suya confiada y burlona-...pero también es solo una chica en un mundo que apenas conoce y que estoy seguro no sabrá desenvolverse. Así que dejeme que la lleve a un lugar seguro de verdad, si no, me sentiré muy mal al dejarla en cualquier lugar tentando a la suerte.

Mi mirada siguió clavada en la suya y aquel momento en el que me había relajado creyendo que aquel hombre podía ser de confianza se había desvanecido igual de rápido que mi sistema de alerta se había activado.
Puede que, como el decía, era una niña mimada que no tenia ni idea de como era el mundo fuera de mi cajita de cristal, pero estaba alerta y no me fiaba de nada ni de nadie.
A través de la televisión e internet me informaba de todo lo que ocurría en el mundo y en mis pequeñas escapadas había aprendido a conocer a las personas por sus actos y sus movimientos. En las noticias todos los que habían cometido delitos contra en género femenino tenían el mismo estilo de personalidad y gracias a internet había aprendido a distinguir a aquellas personas si me las encontraba en la calle.
En ese momento no estaba segura de si el taxista era de aquellos, pero me negaba a bajar la guardia sobre todo sin saberlo aun del todo.

- De acuerdo, ya que no quiere hablar y, por su cara, no se fía en absoluto de mi, la acercaré al hostal mas cercano.

-¿Qué es un hostal?

El taxista, que se había vuelto a colocar bien en el asiento del coche, volvió a girarse mirándome tan sorprendido como si tras de mi hubiera aparecido la virgen María en un halo de resplandor. No entendía su reacción, y no sabia como actuar ante aquello. No quería bajar la guardia, pero tampoco quería que me siguiera mirando de aquella manera.

-¿De... de verdad no sabes lo que es un hostal?- balbuceó quedando con la boca semi abierta mientras yo negaba con la cabeza mirandolo extrañada-. Pues veras, un hostal es como un hotel a los que seguramente estaras acostumbrada a ir pero de muchísima mas baja calidad. Pensándolo bien mejor la llevare a un hotel.

- ¡No! No... lléveme al... em... ¿Hostal? ¿Era así? No me importa si no tiene lujos.

“Mucho mejor, ahora lo que quiero es dejar atrás mi vida de lujos y vivir algo nuevo”
El taxista dudo, pero le insistí a que me llevara o buscarlo uno por mi cuenta. Sabia que si yo encontraba algún hostal seria el primero que encontrara por el camino y aquel barrio no parecía el mas seguro de la ciudad. Me pidió que me quedara en el taxi y que si realmente lo quería me llevaría a un buen hostal.
Pasamos cerca de dos horas paseandonos por decenas de calles y parando en varios hostales que estaban totalmente llenos. Cuando paramos en el último hostal de confianza que el taxista encontró estuve esperando dentro del taxi mientras el preguntaba dentro, pero al verle salir con la misma cara larga con la que había salido de los demás mi rostro también se desilusionó.
Aún no había bajado la guardia, pero el taxista se había ganado un par de puntos de confianza al ayudarme de aquella manera. Su interés por encontrarme un lugar seguro me extrañaba, pero me hacia sentir segura en aquel momento después de haberlo pasado tan mal aquella misma mañana.
Eran más de las tres de la tarde y aún no había probado bocado, pero no quería pararme en ningún sitio con el taxista, pues mi confianza en el aún seguía pendiendo de un hilo, pero también mi estomago se quejaba a mas no poder ya que no había tomado nada en todo el día.

- Lo siento mucho Señorita- el taxista entró de nuevo al coche girándose sobre si mismo y negando con la cabeza-. Aquí tampoco hay sitio y ya no se de más sitios en donde usted se pueda hospedar. Tan solo...

Había agachado la cabeza deprimida por todo el esfuerzo en vano, pero al escuchar las últimas palabras alcé la cabeza mirandolo con un ápice de esperanza. El taxista se había callado y negado con la cabeza eliminando la posibilidad que se le había pasado por la cabeza, pero le insistí en que no la rechazara sin antes haberla odio yo.

- Bueno... en esta época hay muchas residencias de estudiantes medio vacías ya, que estamos en vacaciones de verano.

- ¡Si! Eso me gusta. Vayamos a buscar alguno.

-De acuerdo, pero la factura...

- No se preocupe- le interrumpí-., tengo dinero. Así que vayamos ya.

“Voy a tener que ir vigilando un poquito más lo que gasto, por que el taxi me esta saliendo... ¿caro? Lo que la gente de clase media entiende por caro”
Por suerte había ganado bastante con el trabajo que había encontrado, aunque había tenido que estar muchos meses sacrificandome, pero al fin había llegado mi recompensa.
El taxista se decidió por una de las residencias de estudiantes mas seguras de la ciudad y allí era a donde me llevaba. Me daba igual donde me llevara, lo único que quería era encontrar un lugar definitivo en el día mas largo y complicado que había pasado en mi vida.
Cuando estábamos de camino por fín me relajé y volví a mirar por la ventanilla como cuando había comenzado aquel viaje en ese taxi. La única diferencia era que ahora si que sentía como mi vida cambiaba. Por fin iba a encontrar un lugar definitivo, ya no era una ilusión.
Mi perspectiva sobre el taxista había cambiado. Durante el trayecto hasta la residencia de estudiantes había mantenido una breve conversación con él y me había contado que él tenia una hija dos años menor que yo y que aquel había sido el motivo por el que se había volcado tanto en ayudarme. Se disculpó por lo que me dijo y estuvimos hablando como si nos conoceríamos de siempre. Fue una experiencia agradable y me preguntaba si me iba a sentir así con todas las personas a las que conocería de ahora en adelante.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El comienzo de algo nuevo

2 finales
Ya estaba cansada; más que cansada. Tenia ganas de huir, de ser yo misma, decidir mis pasos sin que nadie me aconsejase (y digo aconsejarme refiriéndome a obligarme) a como debía dar aquellos pasos. Vivir una vida en la que yo fuera la protagonista sin secundarios detrás de mí que me quitaran el protagonismo de mi propia vida. Y al fin lo había conseguido.
Habían sido cinco meses de duro trabajo para conseguir el dinero que me permitía esta escapada, y miles las excusas que me permitían irme de casa sin que nadie sospechara nada raro. No sabia como lo había conseguido pero lo hice y por fin había llegado mi momento e irme de mi casa en una pequeña escapada que aunque no iba a ser muy extensa, y eso no me importaba, iba a poder vivir mi vida como yo quisiera por un tiempo.

- No tengo por que pedirte permiso, mamá- le dije lo mas serena que pude mientras hacia mi maleta-. Soy una adulta, puedo hacer lo que quiera con mi vida y mi dinero que, para tu información, he ganado trabajando como todo el mundo.

- No, Señorita. Aquello a lo que tú llamas todo el mundo son las personas normales, y no tú.

Para mi madre, y para toda mi familia, nosotros éramos muy diferentes al resto del mundo. Tanto ella como mi padre se había criado en familias de lujos y privilegios, y todo lo que venia de fuera no era, para nada, normal. O, por lo menos, lo que ellos entendían por el significado de normal.

- ¿Y es que acaso yo no soy normal? Todos somos normales, mamá. Incluida toda nuestra familia y amigos de nuestro nivel. Aunque cueste de creer- hice este último comentario susurrando esperando que mi madre no lo escuchara del todo.

- No, hija, tú no eres normal -me tomó del hombro cuando me dirigía a mi armario a por más ropa y me giró para que la mirase aunque mi mirada se dirigía a todos lados menos a ella-; ni tu padre, ni tus hermanos, ni yo. Somos superiores al resto, somos...

-¿Ricos? -la interrumpí- Te refieres a eso, ¿no? No somos como los demás tan solo por que tenemos más dinero que ellos.

La miraba con rabia y asco por saber que yo había salido de ella. Era mi madre, pero no soportaba la idea de que alguien tan allegado a mi fueran tan clasista, y lo tenia que sufrir con ella y toda mi familia y conocidos.

- Si ese es el motivo por el que somos diferentes a los demás... ya no quiero ser diferente.

Me solté de la mano de mi madre que se aferraba a mi hombro y que a cada palabra, cada una mas hiriente que la anterior para ella, se agarraba con mas fuerza casi haciéndome un daño que no quería reflejar para mostrarme fuerte ante ella.
Continué haciendo mi maleta soportando la mirada y el resoplido que mi madre emitía cada cinco segundos creyendo que de aquella manera decaería. Pero cuan equivocada estaba. No me iba a hacer cambiar de opinión, ya tenia mi decisión tomada y no iba a declinar. Ya tan solo quedaba ver la reacción de mi padre que seria muchísimo peor y más dura de sobrepasar.
Quería irme sin mas, tomar el primer tren hacia mi nuevo destino sin importarme cual pudiera ser y sin querer saberlo, para que así les fuera mas difícil encontrarme. Solo había una cosa que me lo impedía, y era que mi padre se había enterado de mi repentina huida mas rápido que lo que yo había esperado.
Me dirigí hacia el despacho de mi padre seguida de dos de sus gorilas para evitar que me escapara sin antes pasar por él. Cuando entré allí estaba mi padre cual estatua de mármol vestido con uno de los trajes Brioni mas caros que había en el mercado, dirigiéndome una mirada seria a la vez que tranquila pero sin eliminar de su rostro su autoridad como el jefe de aquella casa. No se movía; su rostro, que estaba reflejado por la lamparilla de su escritorio, mantenía la misma posición desde que había entrado y no sabia cuanto tiempo podía mantenerse así.
Quería que hablara; cuanto antes me echara el discurso antes terminaría todo.

-Papá, yo...

Alzó una mano para interrumpirme y cerró los ojos suavemente mientras suspiró profundamente antes de, al fin, moverse hasta dirigirse en frente de mi sin aún haber bajado su mano.

-No permitiré que mi única hija haga un viaje ella sola- había bajado su mano cuando pronunció la última palabra, y ya creí que tenia permiso para hablar-, y mucho menos que sea sin mi consentimiento.

No sabia si hablar. Ya me había confundido antes, tal vez volvía a confundirme. Así que opté por continuar callada.

- Aún eres una niña, Violeta. Tal vez tú no lo creas así, pero para mi sigues siendo mi pequeña.

-Pero ese es el problema, papá; ya no soy ninguna niña. Tienes que asumir se una vez que he crecido y que es hora de que viva mi vida a mi manera.

El rostro de mi padre cambio de repente. Sus ojos estaban fundidos de rabia y sus rasgos eran fríos y duros. Su mandíbula parecía sobresalirse fuera de lo normal y sus manos temblaban de la rabia que contenía.

- Papá, no puedes hacer nada. Me voy a marchar me lo permitas a no.

- ¡Eso es lo que tú te crees!- su grito resonó de forma estridente por toda la habitación- No voy a permitir que me desafíes. Soy tu padre y yo mando sobre ti, te guste o no.

- De eso nada. Tengo 20 años, y legalmente soy una adulta, ya no tienes ningún poder sobre mí.

No iba a permitir ese tono de voz por mucho que fuera mi padre. Me di la vuelta evitando a los guardaespaldas que vigilaban la puerta y salí de allí escuchando los resoplidos de mi padre después de dejar casi toda su voz en aquel grito que me desgarro por dentro.

- Ten en cuenta que si te vas de esta casa no verás un solo céntimo hasta que regreses y te disculpes como es debido.

Me di la vuelta cuando ya me encontraba a pocos metros de la entrada donde podía ver todas mis cosas preparadas para marcharme. Me quede mirando a mi padre con el rostro sereno, sin querer darle motivos para continuar con aquella discusión.

-He conseguido el suficiente dinero vivir por un tiempo una vida sencilla. El día que regrese será por que no me queda otra opción, pero nunca será para conseguir beneficio de tus cuentas bancarias.

- ¡Oh! Venga, Violeta, no sabes vivir fuera de los lujos que yo te he dado desde pequeña. Además, ¿que harás cuando no te quede dinero para continuar con tu "vida sencilla"?

Utilizó un tono irónico que esperaba que me aflojara el carácter, pero no lo consiguió. Yo había cambiado mi forma de ser, pero él no se había percatado pues continué comportándome como siempre para que cuando llegara este día todas sus estrategias de derrumbarme se vinieran abajo.

- Trabajar. O si no, ¿como crees que he conseguido el dinero de este viaje? Ni un solo céntimo del que voy a gastarme a venido de ti.

- No lo conseguirás.

Era raro que mi padre diera una respuesta tan breve. Tal vez aquello significaba que le había dado en algún punto flaco de su carácter. Nunca lo había conseguido, pero creí que así había sido.
El silencio reino entre nosotros. Tan solo nos miramos en la distancia.

- El mundo de ahí fuera no esta hecho para ti.

- El mundo de ahí fuera esta hecho para todos aquellos que han nacido para vivirlo. Quiero disfrutar de mi juventud, a mi manera, pero disfrutarlo de todos modos. Quiero creer que hay más mundo del que vosotros me estáis enseñando, y saber que en el siglo XXI vive gente con más diferencias de opiniones, de vidas propias y de estilos de vidas que los que he visto hasta ahora.

Mi padre enmudeció. Me di la vuelta y me dirigí a la entrada tomando todas mis cosas como pude. Antes de salir me di la vuelta viendo a los pies de las escaleras a mi madre que me miraba suplicante y a mis hermanos mayores que me sonreían dándome ánimos de forma silenciosa. La última visión de mi casa fue fría y descorazonadora, pero no esperaba recordarla así para siempre.
Mi coche me esperaba a la entrada, pero ya no quería nada que viniera del dinero de mi padre por que sentía que me estaba rindiendo a él. Mi nueva vida comenzaba como yo la había planeado, como una persona corriente.
Tomé un taxi a pocas manzanas de distancia de mi casa, y desde la ventanilla pude ver por última vez mi casa cuando el taxi paso por delante. Me despedí con la mano y una sonrisa en la cara, aunque por dentro me costara reconocer que los echaría de menos.