Editando el blog

miércoles, 21 de abril de 2010

¿Al fin lo encontré?

2 finales
Cuando salí del taxi y vi el edificio que tenia situado frente a mi, no sabia como expresarme. El lugar no estaba mal, pero nunca había vivido fuera de los lujos que me proporcionaban y aquello me parecía poca cosa.
“No pidas más, suerte tienes de encontrar este sitio”
Eso es, no podía pedir más; no debía pedir más. Había huido de los lujos por que me estaban agobiando y aquel sitio era perfecto para empezar. Podía camuflarme entre los estudiantes y ser una más.
El taxista sacó mi maleta de la parte trasera del vehículo y la colocó a mi derecha dirigiendo su mirada hacia el edificio. La entrada era acristalada y se podía ver todo el movimiento que ocurría en el hall. Las paredes eran grises, de nueva construcción y se extendía a lo largo de la calle a unos veinte metros de distancia. El lugar se veía grande y eso me hacia imaginar que las habitaciones podían ser bastante grandes para sentirme cómoda, pero lo mejor era no hacerme ilusiones aún, todavía no había visto el interior.
Me habría gustado saber que expresión se dibujaba en mi cara cuando el taxista me miró tristemente como si no hubiera acertado en su elección.

- Tal vez debería llevarla a un lugar mejor. Sé de un hotel por aquí cerca que...

- No. -le interrumpí-. Me gusta el sitio. Sencillo y con vida. A hecho una buena elección.

Le sonreí sinceramente hasta que de su rostro se borró la preocupación. Aquel hombre ya me había ayudado bastante y el verme contenta por su elección parecía hacerlo feliz a él también.
Volví de nuevo mi mirada hacia el edificio y sonreí por haber encontrado aquel lugar.
Me gustaba.
De verdad me gustaba aquel lugar. Era perfecto para comenzar de nuevo, y la verdad era más de lo que me había imaginado pues creía que acabaría bajo un puente. Había sido gracias a el taxista que aquello no había ocurrido.
Me despedí del taxista después de pagarle toda la carrera y aún él insistió en ayudarme con la maleta para llevarla a dentro, pero me negué. Su servicio conmigo había terminado una vez había tomado el dinero. Le agradecí toda la ayuda y, aunque seguía sin fiarme mucho de él, le di un abrazo agradecido y le mandé recuerdos a su hija.

- Espero poder conocerla algún día.

- Estoy seguro de que a ella también le gustaría conocerla a usted Señorita. Las dos se parecen mucho.

- Deje de tratarme de usted. Llamame Violeta. -extendí mi mano y la estreché con la suya en un fuerte apretón al que ya estaba acostumbrada cuando tenia que saludar a los socios de mi padre.

- Un placer. Usted... quiero decir, “tú” llamame Antonio. -aflojo el apretón de mano y posó su mano en mi hombro mostrandome una sonrisa complaciente-. Siempre que necesites ayuda me llamas a este numero, y mi mujer o mi hija seguro estarán encantadas de ayudarte.

Quitó la mano de mi hombro y sacó de su bolsillo una tarjeta con un número de teléfono fijo escrito bajo su nombre.
Sentí que había juzgado a Antonio con demasiada antelación. Apenas le conocía pero, se ganó mi confianza totalmente.
Tomé la tarjeta sonriendole agradecida y pude ver como sus ojos entristecía aquella despedida. Para no alargar mas aquello guardé la tarjeta en el bolso y alargué el mango de la maleta arrastrandola hasta la entrada.
Cuando fui a entrar giré la cabeza y vi que Antonio seguía allí esperando a verme entrar sin problemas. Cuando finalmente atraviese las puertas, Antonio subió a su taxi y lo puso en marcha alejandose por la calle hasta desaparecer.
Ahora todo dependía de mi. Antonio me había ayudado cuando me había propuesto apañarmelas por mi misma nada mas salir de mi casa, y eso me reconcomía, pero ahora si todo estaba en mis manos.
En el hall había bastante movimiento. A mi izquierda había unos cuando sofás acompañados de pequeñas mesas donde unas pocas personas conversaban mientras que la música de fondo acompañaba. Por el mismo sitio, un poco mas adelante, había un pasillo que, por un cartel que colgaba de la pared, dirigía a la sala de juegos y el comedor. A la derecha había un gran tablón de anuncios junto a los buzones de las muchas habitaciones del edificio. Y un poco más adelante pude ver lo que buscaba nada mas entra: la recepción.
Arrastré la maleta hasta el enorme mostrador de la recepción y saludé a la chica que estaba situada detrás escribiendo en el ordenador muy concentrada. Esperé un poco pues creía que la había interrumpido en algo importante, pero cuando escuché el sonido de cuando recibes un mensaje en el messenger a través de los cascos que tenia colocados y que estaban enchufados al ordenador, fruncí el ceño bastante molesta por ignorarme de aquella manera.
Carraspeé un par de veces esperando que me atendiera, pero ella seguía ensimismada en contestar a sus contactos. Tamborileé las uñas en el mostrador de la recepción impaciente y me puse a mirar a mi alrededor mirando a la gente que seguía sentada en los sofás y que entraba y salía del edificio.
“Maldita sea mi educación” Maldije en mi mente por no saber que hacer en aquella situación.
Me habían educado de manera que tenia soportar todas las situaciones sin alterarme ni impacientarme; pero mi forma de ser era todo lo contrario a lo que me habían enseñado.
Deje el rítmico sonido de mis uñas contra la madera del mostrador y volví a mirar a la recepcionista. ¿Tenia pensado dejarme aquí de pie durante todo el día? No podía quedarme callada. ¡No debía! Que le den a mi educación, de ahora en adelante debía ser yo misma.

- Perdona, -“¡Has dicho algo! Bien hecho”-. pero llevo aquí casi cinco minutos y aún no me has atendido.

Me sorprendí a mi misma por haberme atrevido a decir algo. Siempre que quería quejarme de algo había alguien que me lo impedía y tuve que aprender a callarme mis opiniones. Aquello me había llevado a no saber nunca como enfrentarme a los demás, pero ahora tenia mi oportunidad.
La chica al fin alzó la cabeza y me miró a la vez que se quitaba los auriculares. Su primera mirada era fría, indiferente, ausente; pero de repente la cambio y fue amable, interesada, atenta y acompañada de una gran sonrisa.

- Lo siento mucho. Es que hacia días que no podía conectarme y me e entusiasmado. No era mi intención ignorarte.

No supe que decir. Su cambio de actitud fue tan repentino que me captó por sorpresa. Decidí no darle importancia, no quería que mi primera impresión fuera de una mal educada.

- No, da igual. Al menos ya me has hecho caso. -le dirigí una sonrisa relajada-. Quería alquilar una habitación, si que tenéis alguna libre.

- Si, claro que las hay.

Quedó callada y mirandome con aquella sonrisa que me confundió. Su rostro se mostraba amable pero parecía que en su mente me estaba rebajando hasta un punto inimaginable. Había dejado aquella frase en el aire mientras que yo esperaba la continuación.

- ¿Y entonces, podrías alquilarme una?

- No.

- ¿Por que? Acabas de decir que si hay habitaciones libres.

- Exactamente. Y las hay, pero tienes que llamar con quince días de antelación para acceder a una.

No entendía nada. Si hay libres ¿qué mas daba que no hubiera llamado?. Parecía estar regocijándose con todo aquello, daba la sensación de que disfrutaba viendo mi rostro desconcertado.

- ¿Y no puedes hacer una excepción? Si hay habitaciones libres y yo ya estoy aquí no creo que halla ningún problema.

- Lo siento, pero yo no hago las normas.

- Por favor. -le supliqué-. Necesito un sitio económico y todos los hostales están repletos. Si quieres te pago dos meses por adelantado, pero...

Se me comenzó a nublar la vista y el mundo comenzó a tambalearse bajo mis pies. Pude ver como el rostro de la chica se alejaba y su voz sonó como si se alejara cada vez más rápido. Intente sujetarme al mostrador pero mi cuerpo se fue hacia atrás antes de poder rozar la madera.
Cai al suelo y escuche un leve sonido que me pareció ser mi cuerpo al caer e impactar contra las baldosas de mármol. No sentí ningún dolor, mi cuerpo no se percató del impacto, tan solo mis ojos reaccionaron y poco a poco se fueron cerrando sumiendome en una oscuridad que me provoco un terror que nunca había sentido.

martes, 20 de abril de 2010

Buscando un hogar

1 finales
El trayecto en taxi se me hacia eterno. Los edificios parecían pasar a camara lenta aun yendo el coche a casi setenta kilómetros.
Podía ver a todas aquellas personas que ocupaban los coches que pasaban por nuestro lado; una joven pareja disfrutando de una conversación con su acompañante a la vez que de la música que suena en la radio del coche, unos niños atentos a la película que esta puesta en el DVD del coche y los padres felices al disfrutar de aquella tranquilidad del viaje o varios chicos hablando animadamente en lo que parecía unas vacaciones en grupo.
Me sentía verdaderamente sola al ver a toda aquella gente haciendo cosas, teniendo lugares a los que ir y tener con quien compartirlos. Tal vez había cometido un error al irme de casa tan repentinamente...
“No, Violeta, no digas eso. Ahora estas sola, pero antes, aun estando rodeada de tu familia también estabas sola.” Pensé auto-convenciendome a mi misma para no recaer en aquel pensamiento.
Pero era cierto, en aquella casa, aun de estar ocupada por tanta gente: mis padres, mis hermanos, los guardaespaldas, las criadas, los mayordomos, los cocineros...; me sentía completamente sola. Nunca me e sentido verdaderamente acompañada en ningún momento de mi vida. Tal vez nunca lo llegue a sentir; tal vez mi destino es sentirme sola para siempre aun estando rodeada de mi familia, amigos y, si es que alguna vez ocurría, de mi verdadero amor.
Otra cosa imposible.
El taxi se paró en un semáforo y el taxista se giró mirandome intrigado. No sabia que era lo que quería pero su rostro parecía decir que no sabia que camino debía seguir.

-Perdóneme Señorita, pero me dijo que ya me diría a donde quería ir una vez lleváramos un buen trayecto.

-¿Si? Oh, perdone- dije casi en un murmullo, ya que realmente no recordaba ni lo que le había dicho una vez había entrado en el taxi-. ¿Podría dejarme en el punto de información turístico mas cercano, por favor?

El taxista no dijo ni expreso nada, tan solo desvío su mirada hacia la carretera justo en el momento que el semáforo se ponía en verde. No habíamos recorrido ni diez metros cuando el taxista volvió a aparcar en una zona reservada para los taxis. Mi cuerpo se tensó y mi mirada se posó en el reflejo del rostro del conductor en el espejo retrovisor. Su mirada era relajada y complaciente, y en cuanto giró la mitad superior de su cuerpo para mirarme cara a cara pude ver esa sonrisa amable que me dijo al instante que había comprendido que no tenia ni idea de donde ir.

- Vera Señorita, por donde la he recogido supongo que es hija de un gran empresario y una niña mimada que por capricho, y saber que otro motivo, se a escapado de casa...- mi boca se abrió con un reproche a punto de salir pero el taxista se me adelantó levantando su mano produciendo que mi boca se cerrara al instante y mi mirada enfurecida se le clavara en la suya confiada y burlona-...pero también es solo una chica en un mundo que apenas conoce y que estoy seguro no sabrá desenvolverse. Así que dejeme que la lleve a un lugar seguro de verdad, si no, me sentiré muy mal al dejarla en cualquier lugar tentando a la suerte.

Mi mirada siguió clavada en la suya y aquel momento en el que me había relajado creyendo que aquel hombre podía ser de confianza se había desvanecido igual de rápido que mi sistema de alerta se había activado.
Puede que, como el decía, era una niña mimada que no tenia ni idea de como era el mundo fuera de mi cajita de cristal, pero estaba alerta y no me fiaba de nada ni de nadie.
A través de la televisión e internet me informaba de todo lo que ocurría en el mundo y en mis pequeñas escapadas había aprendido a conocer a las personas por sus actos y sus movimientos. En las noticias todos los que habían cometido delitos contra en género femenino tenían el mismo estilo de personalidad y gracias a internet había aprendido a distinguir a aquellas personas si me las encontraba en la calle.
En ese momento no estaba segura de si el taxista era de aquellos, pero me negaba a bajar la guardia sobre todo sin saberlo aun del todo.

- De acuerdo, ya que no quiere hablar y, por su cara, no se fía en absoluto de mi, la acercaré al hostal mas cercano.

-¿Qué es un hostal?

El taxista, que se había vuelto a colocar bien en el asiento del coche, volvió a girarse mirándome tan sorprendido como si tras de mi hubiera aparecido la virgen María en un halo de resplandor. No entendía su reacción, y no sabia como actuar ante aquello. No quería bajar la guardia, pero tampoco quería que me siguiera mirando de aquella manera.

-¿De... de verdad no sabes lo que es un hostal?- balbuceó quedando con la boca semi abierta mientras yo negaba con la cabeza mirandolo extrañada-. Pues veras, un hostal es como un hotel a los que seguramente estaras acostumbrada a ir pero de muchísima mas baja calidad. Pensándolo bien mejor la llevare a un hotel.

- ¡No! No... lléveme al... em... ¿Hostal? ¿Era así? No me importa si no tiene lujos.

“Mucho mejor, ahora lo que quiero es dejar atrás mi vida de lujos y vivir algo nuevo”
El taxista dudo, pero le insistí a que me llevara o buscarlo uno por mi cuenta. Sabia que si yo encontraba algún hostal seria el primero que encontrara por el camino y aquel barrio no parecía el mas seguro de la ciudad. Me pidió que me quedara en el taxi y que si realmente lo quería me llevaría a un buen hostal.
Pasamos cerca de dos horas paseandonos por decenas de calles y parando en varios hostales que estaban totalmente llenos. Cuando paramos en el último hostal de confianza que el taxista encontró estuve esperando dentro del taxi mientras el preguntaba dentro, pero al verle salir con la misma cara larga con la que había salido de los demás mi rostro también se desilusionó.
Aún no había bajado la guardia, pero el taxista se había ganado un par de puntos de confianza al ayudarme de aquella manera. Su interés por encontrarme un lugar seguro me extrañaba, pero me hacia sentir segura en aquel momento después de haberlo pasado tan mal aquella misma mañana.
Eran más de las tres de la tarde y aún no había probado bocado, pero no quería pararme en ningún sitio con el taxista, pues mi confianza en el aún seguía pendiendo de un hilo, pero también mi estomago se quejaba a mas no poder ya que no había tomado nada en todo el día.

- Lo siento mucho Señorita- el taxista entró de nuevo al coche girándose sobre si mismo y negando con la cabeza-. Aquí tampoco hay sitio y ya no se de más sitios en donde usted se pueda hospedar. Tan solo...

Había agachado la cabeza deprimida por todo el esfuerzo en vano, pero al escuchar las últimas palabras alcé la cabeza mirandolo con un ápice de esperanza. El taxista se había callado y negado con la cabeza eliminando la posibilidad que se le había pasado por la cabeza, pero le insistí en que no la rechazara sin antes haberla odio yo.

- Bueno... en esta época hay muchas residencias de estudiantes medio vacías ya, que estamos en vacaciones de verano.

- ¡Si! Eso me gusta. Vayamos a buscar alguno.

-De acuerdo, pero la factura...

- No se preocupe- le interrumpí-., tengo dinero. Así que vayamos ya.

“Voy a tener que ir vigilando un poquito más lo que gasto, por que el taxi me esta saliendo... ¿caro? Lo que la gente de clase media entiende por caro”
Por suerte había ganado bastante con el trabajo que había encontrado, aunque había tenido que estar muchos meses sacrificandome, pero al fin había llegado mi recompensa.
El taxista se decidió por una de las residencias de estudiantes mas seguras de la ciudad y allí era a donde me llevaba. Me daba igual donde me llevara, lo único que quería era encontrar un lugar definitivo en el día mas largo y complicado que había pasado en mi vida.
Cuando estábamos de camino por fín me relajé y volví a mirar por la ventanilla como cuando había comenzado aquel viaje en ese taxi. La única diferencia era que ahora si que sentía como mi vida cambiaba. Por fin iba a encontrar un lugar definitivo, ya no era una ilusión.
Mi perspectiva sobre el taxista había cambiado. Durante el trayecto hasta la residencia de estudiantes había mantenido una breve conversación con él y me había contado que él tenia una hija dos años menor que yo y que aquel había sido el motivo por el que se había volcado tanto en ayudarme. Se disculpó por lo que me dijo y estuvimos hablando como si nos conoceríamos de siempre. Fue una experiencia agradable y me preguntaba si me iba a sentir así con todas las personas a las que conocería de ahora en adelante.