Editando el blog

martes, 20 de abril de 2010

Buscando un hogar

El trayecto en taxi se me hacia eterno. Los edificios parecían pasar a camara lenta aun yendo el coche a casi setenta kilómetros.
Podía ver a todas aquellas personas que ocupaban los coches que pasaban por nuestro lado; una joven pareja disfrutando de una conversación con su acompañante a la vez que de la música que suena en la radio del coche, unos niños atentos a la película que esta puesta en el DVD del coche y los padres felices al disfrutar de aquella tranquilidad del viaje o varios chicos hablando animadamente en lo que parecía unas vacaciones en grupo.
Me sentía verdaderamente sola al ver a toda aquella gente haciendo cosas, teniendo lugares a los que ir y tener con quien compartirlos. Tal vez había cometido un error al irme de casa tan repentinamente...
“No, Violeta, no digas eso. Ahora estas sola, pero antes, aun estando rodeada de tu familia también estabas sola.” Pensé auto-convenciendome a mi misma para no recaer en aquel pensamiento.
Pero era cierto, en aquella casa, aun de estar ocupada por tanta gente: mis padres, mis hermanos, los guardaespaldas, las criadas, los mayordomos, los cocineros...; me sentía completamente sola. Nunca me e sentido verdaderamente acompañada en ningún momento de mi vida. Tal vez nunca lo llegue a sentir; tal vez mi destino es sentirme sola para siempre aun estando rodeada de mi familia, amigos y, si es que alguna vez ocurría, de mi verdadero amor.
Otra cosa imposible.
El taxi se paró en un semáforo y el taxista se giró mirandome intrigado. No sabia que era lo que quería pero su rostro parecía decir que no sabia que camino debía seguir.

-Perdóneme Señorita, pero me dijo que ya me diría a donde quería ir una vez lleváramos un buen trayecto.

-¿Si? Oh, perdone- dije casi en un murmullo, ya que realmente no recordaba ni lo que le había dicho una vez había entrado en el taxi-. ¿Podría dejarme en el punto de información turístico mas cercano, por favor?

El taxista no dijo ni expreso nada, tan solo desvío su mirada hacia la carretera justo en el momento que el semáforo se ponía en verde. No habíamos recorrido ni diez metros cuando el taxista volvió a aparcar en una zona reservada para los taxis. Mi cuerpo se tensó y mi mirada se posó en el reflejo del rostro del conductor en el espejo retrovisor. Su mirada era relajada y complaciente, y en cuanto giró la mitad superior de su cuerpo para mirarme cara a cara pude ver esa sonrisa amable que me dijo al instante que había comprendido que no tenia ni idea de donde ir.

- Vera Señorita, por donde la he recogido supongo que es hija de un gran empresario y una niña mimada que por capricho, y saber que otro motivo, se a escapado de casa...- mi boca se abrió con un reproche a punto de salir pero el taxista se me adelantó levantando su mano produciendo que mi boca se cerrara al instante y mi mirada enfurecida se le clavara en la suya confiada y burlona-...pero también es solo una chica en un mundo que apenas conoce y que estoy seguro no sabrá desenvolverse. Así que dejeme que la lleve a un lugar seguro de verdad, si no, me sentiré muy mal al dejarla en cualquier lugar tentando a la suerte.

Mi mirada siguió clavada en la suya y aquel momento en el que me había relajado creyendo que aquel hombre podía ser de confianza se había desvanecido igual de rápido que mi sistema de alerta se había activado.
Puede que, como el decía, era una niña mimada que no tenia ni idea de como era el mundo fuera de mi cajita de cristal, pero estaba alerta y no me fiaba de nada ni de nadie.
A través de la televisión e internet me informaba de todo lo que ocurría en el mundo y en mis pequeñas escapadas había aprendido a conocer a las personas por sus actos y sus movimientos. En las noticias todos los que habían cometido delitos contra en género femenino tenían el mismo estilo de personalidad y gracias a internet había aprendido a distinguir a aquellas personas si me las encontraba en la calle.
En ese momento no estaba segura de si el taxista era de aquellos, pero me negaba a bajar la guardia sobre todo sin saberlo aun del todo.

- De acuerdo, ya que no quiere hablar y, por su cara, no se fía en absoluto de mi, la acercaré al hostal mas cercano.

-¿Qué es un hostal?

El taxista, que se había vuelto a colocar bien en el asiento del coche, volvió a girarse mirándome tan sorprendido como si tras de mi hubiera aparecido la virgen María en un halo de resplandor. No entendía su reacción, y no sabia como actuar ante aquello. No quería bajar la guardia, pero tampoco quería que me siguiera mirando de aquella manera.

-¿De... de verdad no sabes lo que es un hostal?- balbuceó quedando con la boca semi abierta mientras yo negaba con la cabeza mirandolo extrañada-. Pues veras, un hostal es como un hotel a los que seguramente estaras acostumbrada a ir pero de muchísima mas baja calidad. Pensándolo bien mejor la llevare a un hotel.

- ¡No! No... lléveme al... em... ¿Hostal? ¿Era así? No me importa si no tiene lujos.

“Mucho mejor, ahora lo que quiero es dejar atrás mi vida de lujos y vivir algo nuevo”
El taxista dudo, pero le insistí a que me llevara o buscarlo uno por mi cuenta. Sabia que si yo encontraba algún hostal seria el primero que encontrara por el camino y aquel barrio no parecía el mas seguro de la ciudad. Me pidió que me quedara en el taxi y que si realmente lo quería me llevaría a un buen hostal.
Pasamos cerca de dos horas paseandonos por decenas de calles y parando en varios hostales que estaban totalmente llenos. Cuando paramos en el último hostal de confianza que el taxista encontró estuve esperando dentro del taxi mientras el preguntaba dentro, pero al verle salir con la misma cara larga con la que había salido de los demás mi rostro también se desilusionó.
Aún no había bajado la guardia, pero el taxista se había ganado un par de puntos de confianza al ayudarme de aquella manera. Su interés por encontrarme un lugar seguro me extrañaba, pero me hacia sentir segura en aquel momento después de haberlo pasado tan mal aquella misma mañana.
Eran más de las tres de la tarde y aún no había probado bocado, pero no quería pararme en ningún sitio con el taxista, pues mi confianza en el aún seguía pendiendo de un hilo, pero también mi estomago se quejaba a mas no poder ya que no había tomado nada en todo el día.

- Lo siento mucho Señorita- el taxista entró de nuevo al coche girándose sobre si mismo y negando con la cabeza-. Aquí tampoco hay sitio y ya no se de más sitios en donde usted se pueda hospedar. Tan solo...

Había agachado la cabeza deprimida por todo el esfuerzo en vano, pero al escuchar las últimas palabras alcé la cabeza mirandolo con un ápice de esperanza. El taxista se había callado y negado con la cabeza eliminando la posibilidad que se le había pasado por la cabeza, pero le insistí en que no la rechazara sin antes haberla odio yo.

- Bueno... en esta época hay muchas residencias de estudiantes medio vacías ya, que estamos en vacaciones de verano.

- ¡Si! Eso me gusta. Vayamos a buscar alguno.

-De acuerdo, pero la factura...

- No se preocupe- le interrumpí-., tengo dinero. Así que vayamos ya.

“Voy a tener que ir vigilando un poquito más lo que gasto, por que el taxi me esta saliendo... ¿caro? Lo que la gente de clase media entiende por caro”
Por suerte había ganado bastante con el trabajo que había encontrado, aunque había tenido que estar muchos meses sacrificandome, pero al fin había llegado mi recompensa.
El taxista se decidió por una de las residencias de estudiantes mas seguras de la ciudad y allí era a donde me llevaba. Me daba igual donde me llevara, lo único que quería era encontrar un lugar definitivo en el día mas largo y complicado que había pasado en mi vida.
Cuando estábamos de camino por fín me relajé y volví a mirar por la ventanilla como cuando había comenzado aquel viaje en ese taxi. La única diferencia era que ahora si que sentía como mi vida cambiaba. Por fin iba a encontrar un lugar definitivo, ya no era una ilusión.
Mi perspectiva sobre el taxista había cambiado. Durante el trayecto hasta la residencia de estudiantes había mantenido una breve conversación con él y me había contado que él tenia una hija dos años menor que yo y que aquel había sido el motivo por el que se había volcado tanto en ayudarme. Se disculpó por lo que me dijo y estuvimos hablando como si nos conoceríamos de siempre. Fue una experiencia agradable y me preguntaba si me iba a sentir así con todas las personas a las que conocería de ahora en adelante.

1 finales:

Lenika dijo...

¡¡que xulo!! lo has dejado interesante!! continua!! =D

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