Editando el blog

domingo, 23 de mayo de 2010

No te dejes llevar por la primera impresión (2ª parte)

1 finales
(Continuación de la primera parte)

Cuando al fin llegamos al comedor mire al mi alrededor y era la típica escena de cualquier otro restaurante que podías encontrar en las calles de clase media-baja. Aquello era algo a lo que yo no estaba acostumbrada pero no creía tardar mucho en cogerle el truco.
Nos acercamos sin mediar aun ni una sola palabra hacia una especie de barra de bar compuesta de metal y sobre ella había varios tipos de alimentos donde la gente elegía lo que quería comer y se lo colocaba en una bandeja. ¿Tenía que coger una porción de cada cosa que había allí? Era demasiado para mi. Observé a los que iban por delante mía y me di cuenta de que cada uno tomaba algo diferente y que al llegar al final del todo le pagaban a alguien que estaba tras una máquina que marcaba el precio de todo lo seleccionado.
Me había engañado a mi misma, me iba a costar más de lo que creía en acostumbrarme.
Me quedé parada en la primera barra (era el nombre que le había proporcionado pues no tenia ni idea de como se llamaban) y miré los alimentos que allí había. Hasta la mitad estaba una selección de ensaladas que debía que servirme con unas pinzas como las que los mayordomos usaban en casa para servírmela, y la otra mitad estaba repleta de panes variados, algunos que ni siquiera había visto en mi vida.
Cuando miré la bandeja del aquel chico que me había llevado hasta allí, y del que aun desconocía su nombre, me percaté de que tenia un plato grande y otro pequeño de plástico duro acompañados de los tres cubiertos principales envueltos en una servilleta de papel. Normalmente mi primera reacción habría sido de la cutrez y la sencillez de la vajilla que utilizaban para comer pero no podía permitirme juzgarlos y menos ahora. ¿Dónde estaban mis platos y mis cubiertos? Comprobé que al principio de la cola justo donde había cogido la bandeja también estaban los platos y los cubiertos que había olvidado coger y ahora era demasiado tarde volver atrás pues se había formado una larga cola detrás de mí.
No sabia que hacer, si continuar hacia delante, intentando encontrar algo sencillo que careciera prácticamente de plato, o pedirle a alguna de las persona que había tras de mi que me acercara alguno. La segunda opción habría sido la elegida si no hubiera sido por las miradas de desespero e impaciencia que me estaban lanzando todos los que formaban la cola tras de mi.
Empecé a ponerme nerviosa y mi respiración se aceleró cuando el tumulto comenzó a darme más prisa con sus quejas incesantes. Me sentía atrapada y sin salida y mi cuerpo se había bloqueado cuando en ese momento alguien que se encontraba en el lado que la cola avanzaba me quitó la bandeja de las manos y me di la vuelta viendo que era el chico que me había llevado hasta allí.

- Por qué no vas buscando una mesa mientras yo cojo algo de comer para los dos ¿de acuerdo? Intentaré buscarte algo sano y que sea de hoy.

Aquella última broma me arrancó una sonrisa y me relajó todo mi cuerpo consiguiendo que se moviera de nuevo.
Me fui a buscar una mesa libre y me senté en una que no se encontraba muy lejos de la salida del comedor. No estuve ni cinco minutos esperándole cuando llegó con una bandeja en cada mano repletas de comida y aquello hizo acordarme de mi fantasía en el primer momento que lo vi y sobre todo pensar en aquellos brazos que me sujetaron en mi momento de flaqueza.
“¡Basta ya! Pareces una adolescente en celo”

- Espero haber acertado con todo. Tienes pinta de ser una chica que se cuida, excepto por lo de no haber comido nada en el día de hoy.

Miré a mi bandeja y comprobé que todo lo que había era de mi gusto. Una ensalada mixta de primer plato y pechuga de pollo a la plancha acompañado de unas mini patatas al horno de segundo, una botellita de agua mineral y de postre una manzana roja y reluciente. Lo que más me sorprendió ver es que él se había escogido lo mismo y eso me llevó a dos hipótesis: la primera era que sabía cuidarse y por eso tenía aquel cuerpo; y la segunda que no le apetecía mucho pensar que encogerse y optó por lo que me había elegido a mí. De cualquiera de las dos maneras había escogido muy bien.

- Perfecto. Todo muy sano y de mi agrado, muchas gracias... eh... Perdona pero no querría volver a decir “como te llames”, la primera vez como broma está bien pero una segunda es un poco descortés.

Se me quedó mirando mientras bebía un poco de agua como si lo que hubiera dicho estuviera fuera de lugar. Tal vez mi forma de hablar había sido demasiado educada pero no estaba acostumbrada a hablar con desconocidos que se había comportado conmigo amablemente sin serlo yo también. Tal vez debía cambiar mi manera de hablar para que sonara un poco más... callejera, supongo.

- Emmm... perdona, es que mi familia me a educado de una...

- Javier.

- Como... ¿qué? -aquello me había tomado por sorpresa.

- Mi nombre, es Javier. Siento no haberme presentado antes, tienes razón es un tanto descortés, pero por mi parte no por la tuya -ya había comenzado a comer mientras que mi plato seguía intacto y cada vez mas frío-. ¿Y tu nombre cual es? Te lo habría preguntado antes pero he preferido esperar un poco a que se te pasara la conmoción tras el desmayo.

- P... pu...pu... pues... em... yo -emití un soplido fuerte para despejarme y que las palabras salieran de mi boca-. Me llamo Violeta. Si, eso... Violeta.

Javier me miraba con el ceño fruncido y estaba claro que había sido por mi reacción. No le duró mucho aquel gesto y enseguida lo cambio por una sonrisa que marcó un surco en su mejilla antes de continuar comiendo como si nada hubiera ocurrido. Me mordí el labio inferior tras aquel momento de tensión y me quedé mirándolo un segundo mientras comía hasta que volví en mí y comencé a vaciar el plato de mi comida.
Fue una comida con mucha tensión. No nos dirigimos ni una sola palabra durante la comida aunque aquello era bueno pues yo no era de muchas palabras mientras comía. No fue hasta que los dos estábamos troceando las manzanas que mi cerebro intento ponerse en marcha e iniciar una conversación, pero lo cierto es que lo que quería era una explicación de aquella interrupción a mi conversación con Vero.

- Esto... Javier, verás... quería preguntarte...

- Quieres saber por qué no te he dejado hablar antes con Vero ¿verdad? -me quedé anonadada sin saber muy bien que decir, tan solo pude asentir con la cabeza-. Lo cierto es que no deberías hablar con ella ni con nadie sobre tu vida privada, si lo haces le darán tantas vueltas que al final lo que se rumoreará por ahí es que estas casada y con un hijo secreto del que ya no quieres saber nada más. Aquí se les da muy bien inventar y cambiar las vidas ajenas.

- ¿Lo que me estás diciendo es que no me haga ningún amigo aquí?

- Nooo... lo que te estoy diciendo es que no te puedes fiar de nadie. Amigos los que quieras, pero tu vida privada es solo tuya, no la compartas con nadie.

Me quedé un momento mirándolo intentando analizar aquello que me había dicho mientras se comía la manzana al mismo tiempo que yo. Mi intención era hacerme amigos, pero nunca tenía intención de contarles la verdad sobre mi vida, pero podría ocurrir que si les contaba una vida inventada tal vez no se la creyeran y descubrieran mi verdadera vida y eso seria mucho peor que si se inventaban una. Para mí el que descubrieran mi mentira seria mucho peor que si dicen que tengo un hijo del que no me hago cargo. Bueno, más o menos, pero el que descubrieran mi mentira seria el fin de mi nuevo comienzo aquí, así que tal vez debiera hacerle caso.

- Pues si no me debo de fiar de nadie tampoco debería de fiarme de ti, ¿no es cierto? -casi se atragantó con el último trozo de manzana que se llevó a la boca y me miró incrédulo a lo que le acababa de decir-. Ese ha sido tu consejo, no debo fiarme de nadie aquí y tú eres de aquí, así que lo tengo claro. No debo de fiarme más de ti.

Lo miré con una sonrisa burlona y esperando a su reacción después de aquel imprevisto atragantamiento terminándome la manzana para después levantarme de la mesa. Escuché como él también se levantaba arrastrando su silla y se llevó las bandejas hasta otra especie de barra que tenia una cinta negra y se llevaba las bandejas a otra sala. Tenía que recordar todo lo que Javier hacia para poder hacerlo por mi cuenta sin sufrir la indecisión de antes.
Me siguió hasta la salida del comedor y continuó caminando a mi lado hasta que llegué a la recepción donde Vero me devolvió mi maleta y me dio la llave de una de las habitaciones y pidiéndome que más tarde bajara para aclarar el tema del alquiler. En todo aquel momento Javier no dijo ni una sola palabra e incluso tomó mi maleta y me ayudó a llevarla hasta la habitación que me habían dado.
Una vez estábamos frente a la puerta y la abrí Javier metió la maleta dentro de la habitación y la dejó junto a la puerta pero en lugar de salir de la habitación se quedo parado en la puerta apoyado sobre el marco y dejándome a mi fuera. Lo miré extrañada y de nuevo sorprendida al ver que su cuerpo ocupaba casi todo el acceso a la habitación. Se cruzó de brazos y se inclinó un poco hacia delante hasta estar más o menos a mi altura pero sin estar muy cerca de mí.

- Tienes razón, no deberías fiarte de mí pero te puedo ayudar más que cualquier otra persona que viva aquí. Además, me debes un favor.

- ¿Qué? Yo qué favor te debo a ti.

- Te he ayudado cuando te has desmayado. O ya no te acuerdas a quien tenias delante nada más despertarte.

Tenia razón no debía confiar en él, sobretodo ahora que me había mentido de aquella manera.
En aquel momento yo estaba semi inconsciente pero me dí cuenta perfectamente de que había sido otro chico, el de la voz grave y penetrante quien había estado ahí primero intentando despertarme y después se fue para aparecer Javier frente a mí. Me acordaba perfectamente de aquello, era imposible olvidarme y él quería cambiar la versión.
Miré al suelo intentando relajarme para decirle lo que se me estaba pasando por la cabeza sin excederme demasiado. Cuando volví a alzar la cabeza lo miré a los ojos y me relajé por completo al ver aquellos ojos que me hipnotizaban de los irreales que parecían ser; pero no, debía de concentrarme.

- Me acuerdo perfectamente de quién estaba frente a mí cuando desperté y sé que tú no eras. Lo primero que recuerdo es una voz que me decía algo y no es la tuya, además que luego aquella persona se marchó y apareciste tú, así que no me vengas con esas de que fuiste tu el único que estuviste ahí ayudándome por que no me lo creo -se quedó con la boca medio abierta al ver mi reacción tan provocativa y decidida-. Y ahora, si no te importa, me gustaría entrar en mi habitación y poder descansar.

Aparté su gran cuerpo de la puerta sin pensar, por una vez, en la perfección que lo formaba y me coloqué en el lugar donde el había estado con una mano sobre el pomo de la puerta preparada para cerrársela en las narices.

- Encantada de haberte conocido, Javier. Ya nos veremos y, espero, que en otras circunstancias.

- Un momento, un momento Violeta -frenó la puerta apoyando su mano en la puerta-. Crees que no era yo por la voz, ¿no? -asentí-. ¿Y no sentiste que los sonidos que escuchabas justo cuando despertabas eran muy diferentes a los que comenzaste a escuchar después de recobrar completamente el sentido?

Tenía razón. Los murmullos de la gente sonaban mucho mas graves y distorsionados cuando vi a aquella persona borrosa con aquella voz que me cautivaba y que después se marchó; al tener la vista borrosa la silueta que tenía delante era difícil de distinguir y el movimiento fue igual de brusco como lo fue la voz. Tal vez decía la verdad o tal vez no, ya no sabía que pensar ni que decisión tomar. Necesitaba un buen descanso para despejar la mente y aclarar mis ideas.
Debía de estar reflejando la misma confusión que se desarrollaba en mi mente por todo mi cuerpo, pues la mirada de Javier así parecía confirmarlo.

- ¿Verdad? No eran los mismos y lo sabes, se te nota en la cara aunque intentas disimularlo. No importa, no me molesta pero al menos admítelo.

- Esta bien, no eran los mismos, pero la primera persona que estaba delante mía se apartó y después apareciste tú y eso es una muestra de que hubo alguien antes que ti ayudándome -pero había algo más que me intrigaba-. ¿Y como es que sabes que el tono de las voces era diferente?

- Era yo. Me aparté un momento para pedirle a la gente que se apartara un poco y después volví -miró al suelo y resopló como si todo aquello le doliera, como si no soportara el que yo no aceptara lo que él me estaba contando-. Mira, no se para que intento convencerte, tú estás convencida de que fue otro y ¿quien soy yo para quitarte esa ilusión?

Se giró y encaminó por el pasillo de la derecha.

- No, Javier, un momento. Verás es que estoy tan convencida de que era otra persona que no he sabido encajar tu versión y en aquel momento la confusión se me apoderó. Lo siento -lo intercepté a mitad del ancho pasillo y lo miré con una sonrisa modesta de disculpa y él me dirigió otra-. Si dices que fuiste tú te creo y aunque no hubieras sido también me ayudaste de todas maneras, pero no por eso te debo ningún favor, que no quiero imaginar como querrías que te devolviera el favor.

Me miró impactado y ofendido como si lo que hubiera dicho hubiera sido un insulto hacia su persona. Me encogí de hombros al no saber que decir a su reacción.

- Tan solo te iba a pedir que confiaras en mí, que ya que no puedes confiar en nadie me devolvieras en favor confiando en mi. ¿Qué crees que habría sido capaz de pedirte? -Volví a encogerme de hombros y riéndome al imaginar lo que él podría haberse imaginado lo que a mí se me había pasado por la cabeza-. Entonces... ¿confiarás en mí?

- Pues ya que te debo el favor y viendo que es la mejor manera que puedo devolvértelo sin nada extraño por delante... mmm..... por que no. Además necesito a alguien de confianza aquí si quiero sobrevivir más de dos días...

- Y conmigo ya has sobrevivido uno. Si no llega a ser por mí se te comen viva en la cola del comedor.

Me tapé la cara con las manos al recordar aquel momento tan humillante y agobiante que había pasado y al mismo tiempo me reí al imaginar la escena desde otro punto de vista.

- No te preguntaré por que no sabias que debías hacer, ya que no todos hemos estado en algún restaurante de comida rápida o una gasolinera con restaurante, pero tú era como si fuera la primera vez que veías en un lugar así.

- No, claro que he estado en sitios así mucho antes -“Mentirosa, mas que mentirosa”-. Pero es que aún estaba un poco aturdida por el desmayo y... -lo miré con rabia fingida y me dirigí hacia mi habitación hasta pararme en la puerta- ¿Por qué tengo que darte explicaciones?

Giró medio cuerpo mirándome con una sonrisa que me daba a entender que había captado mi fingida rabieta y yo sonreí correspondiendo de la misma manera.

- Aún estoy comenzando con el proceso de confiar en ti, y es un proceso largo, así que mientras tanto aun van a ver cosas que no pueda decirte o que me cueste admitir. Vete acostumbrando.

Esperé una respuesta por su parte, pero lo único que obtuve fue una reverencia al más puro estilo de la edad media que me fue suficiente como respuesta y además me hizo reír al ver todo aquel enorme cuerpo haciendo tal reverencia.
Acababa de conocer a Javier y, aunque le había dicho que confiaría en él, me iba a costar confiarle ciertas cosas. Comenzaba a caerme bien, y no quería mentirle, pero nadie era lo suficientemente de confianza para contarle de verdad de quién era yo y mucho menos sin apenas conocerle. Por ahora intentaría no comentar nada sobre mi vida y centrarme en salir adelante y más tarde, cuando me viera realmente preparada para dar un paso adelante, intentar decir algunas, pero muy pocas, verdades.
Javier volvió a ponerse erguido y me guiñó un ojo antes de volver a encaminarse por el ancho pasillo y desaparecer escaleras abajo. Antes de que se marchara le sonreí y entré en la habitación y sin pararme a analizar la calidad de todo el mobiliario. Visualicé la cama y me tiré sobre esta haciéndome un ovillo para quedarme, en pocos minutos, profundamente dormida.

No te dejes llevar por la primera impresión (1ª parte)

0 finales
Un sonido. Una voz a lo lejos que parecía decirme algo. Intenté abrir los ojos pero la claridad que me rodeaba me hacia daño a las pupilas. Aquella voz seguía sonando, una voz grave pero agradable que, ya estaba segura, se dirigía hacia mí.
¿Qué me había ocurrido? Lo último que recordaba era el estar hablando con la recepcionista de la residencia de estudiantes que al fin había encontrado para poder hospedarme y descansar de aquel nuevo viaje que había emprendido; y después de eso... nada. No recordaba nada más de lo que había ocurrido.
¿Eso blanco era el techo?
Ahora lo recordaba. ¡Me había desmallado! Pero ni idea de por qué. Mi memoria terminaba viendo la cara de la recepcionista que, entre burla y negación, me negaba el poder alquilar una habitación aún habiendolas de sobra. Su escusa, había que hacer una reserva 15 días antes, como si aquello le importara.
Seguía sin ver mucho más y a mis ojos les costaba acostumbrarse a la claridad y enfocar la figura de aquella persona que me hablaba a apenas medio metro de distancia. Su voz me embaucaba, me relajaba de tal manera que me daba igual no poder ver bien nunca más, si podía escuchar esa voz siempre no me importaba perder mi otro sentido. Poco a poco mi vista se iba acomodando a la claridad pero entonces aquella persona se alejó y la sustituyó otra con una voz también grave pero no tan atrayente. No quería que se fuera, quería poder ver la imagen de aquella voz que me había cautivado, quería que volviera.
Mi boca comenzó a moverse involuntariamente y de ella salían palabras que parecían extrañar a la persona que ahora se encontraba delante mía. ¿Qué estaría diciendo? Tal vez estaría delirando, soltando por mi boca cualquier cosa que les haría sospechar que necesitaba un médico urgente.
Al fin pude ver con claridad y un chico con unos ojos verdes, que me impactaron nada más verlos por aquel resplandor esmeralda que deprendían, estaba acercando su cara a la mía preguntándome algo que aún me costaba entender. Dios mio, ¡que ojos! Si no fuera por que podía ser algo imposible habría jurado poder ver aquellos ojos incluso en una habitación completamente a oscuras. No podía apartar la mirada que ellos.
¿Qué me estaba pasando? Primero aquella voz y ahora los ojos de este chico. Me estaba obsesionando con los sentidos de la gente, tan solo me faltaba sorprenderme por el sentido auditivo de alguno de los allí presentes.

- ¿Te encuentras bien?

Ahora podía escucharle y al fin aparte mi mirada de sus ojos y miré a toda su cara comprobando que tenia algo más que aquellos impactantes ojos. Tenia el pelo negro azabache y la piel bronceada. Tal vez seria por eso que sus ojos me impactaron tanto a primera vista, en aquella tez oscura, que era natural y no bronceado de playa para mi sorpresa, y el cabello tan oscuro hacia que sus ojos fueran lo que más se veía en todo su rostro.
Esperaba mi respuesta y yo no había hecho más que analizarlo así que asentí con la cabeza y él extendió su mano tomándola con la mía para ayudarme a ponerme en pie. Sentí un leve mareo y aquello hizo que aquel chico me sujetara rodeandome con ambos brazos, me apoyé sobre él intentando concentrarme el poder mantener el equilibrio por mi cuenta.
Aún estaba en sus brazos cuando vi que alrededor nuestra estaban casi todas las personas que estaban en el hall en aquel momento. Me ruboricé de tal manera que tuve que fingir volver a marearme para que nadie pudiera ver mi cara tan colorada como si me hubiera pasado horas en la cámara de bronceado de rayos UVA.

- Creo que ya esta mejor, no os preocupéis me encargaré de ella. -dijo el chico y escuché como los murmullos de la gente se iban alejando poco a poco-. Ya puedes dejar de esconderte, nadie va a ver lo roja que te has puesto.

Me separé apenas para ver su cara que me dirigía una sonrisa burlona pero sin malicia alguna y giré para ver que todo el mundo se había marchado de mi bochornosa escena. Al notar como los brazos de él se aflojaban dándome paso a separarme de él fui apartándome poco a poco observando aquel cuerpo que me había sujetado.
Mi sentido no me había engañado, ¡aquel chico era un armario!
No era mucho más alto que yo, al menos diez centímetros más alto, pero su cuerpo era puro músculo y sabia portarlo con maestría. Sus brazos, su torso, su abdomen; era como aquellos hombres de los que había leído en los libros de literatura romántica o en las telenovelas de la tarde. Todo aquello unido a aquel rostro y aquellos ojos era como tener un dios griego en carne y hueso. Además sabia vestir con elegancia en concorde a su economía, por que aquel polo que llevaba no era de gran calidad, pero que bien le quedaba. La ropa no le venia ni muy ajustada ni muy suelta, los vaqueros eran desgastados y los conjuntaba con las zapatillas de tela blancas y aquel polo blanco de manga corta que daba a lucir aquellos enormes brazos y un tanto ajustado, pero no demasiado, que dejaba un poco marcados aquellos pectorales que debía ser un espectáculo contemplarlos tras un baño en la piscina.
¡Madre mía, que salida que estoy! El chico es guapo si, y tiene un cuerpo de primer premio pero yo no buscaba solo aquello en un hombre, tenia que ver como era por dentro también además que nunca han sido mi tipo esta clase de chicos, a mi siempre me han ido más comunes. Con eso no me refiero a que no se cuide pero no exijo tanto. ¿Y que había sido de aquella voz? Esa voz grave y dulce con la que había recuperado el conocimiento. Tenía que encontrar de quién era esa voz, tenía que conocer a ese chico fuera como fuese, no me importaba como fuera o que clase de gente regentara, quería conocerle y descubrir si era alguien con quien poder pasar cada segundo de mi vida.

- ¿Ya te encuentras mejor? Si quieres puedes sentarte un poco.

Me había olvidado del dios griego. Hace un momento no hacía más que pensar en él y en cuanto me he acordado de aquella voz le he olvidado por completo. Esto me dejaba claro que él solo me atraía físicamente, pero de todas maneras nunca habría querido nada con él. Es un dios, si, y no me cansaré de llamarlo así, pero tenía el mismo o parecido estereotipo de los hombres que mi padre me presentaba continuamente para que salieran conmigo. A parte de que este chico no se pareciera en nada a la forma de ser de aquellos hombres no podría estar con alguien que me recordara todo aquello.

- No, no te preocupes ya estoy mejor. Y mejor me quedo de pie, creo que si me siento volveré a caer rendida otra vez.

Un sonido interno ronroneó cerca nuestro y sus ojos bajaron por mi cuerpo hasta mi estómago que seguía quejandose de una manera estruendosa y vergonzante. Coloqué mis manos en mi estómago intentando que el ruido cesara pero aquello continuó y mi vergüenza fue completa después de todo lo ocurrido.
Su moderada risa me abochornó de tal manera que no sabia donde esconderme. La única manera que tenía de esconderme de la situación era agachar la mirada y creer que estaba muy, muy lejos de allí y que nada había ocurrido. Cuando mi mente estaba intentando borrar todo aquello algo se posó en mi hombro y alcé la cabeza viendo la cara del chico en la que se dibujaba una sonrisa despreocupada.

- Tranquila, es normal cuando es la hora de comer. -levantó su brazo izquierdo mostrándome el reloj que rodeaba su muñeca y mostraba las tres de la tarde-. Y no eres la única, a mi también se me estaban quejando las tripas hace un rato. Así que vamos, te invito a comer.

- ¿Q... qué? -tartamudeé y... ¿me había sonrojado?-. No, no pasa nada, por ahora me conformo en conseguir una habitación, ya podré comer luego.

- Que te crees tu eso. Vas a venir conmigo a comer algo si no quieres volver a desmayarte -apartó su mano de mi hombro y se colocó a mi lado esta vez rodeando mis hombros con su enorme brazo derecho. Es ese momento me sentí enana-, y ya nos encargaremos de la habitación después.

“¿Nos...?”
No supe que decir, me paralicé y ni un solo sonido pudo salir de mi garganta cuando me llevó con él hacia la zona donde se encontraba el comedor con todo su cuerpo caminando a mi lado. Me dio la sensación que de que todo el mundo nos miraba, pero también podía ser mi propia sensación de sentirme un gnomo de jardín al lado de aquel chico, que, ahora que lo pensaba, no tenia ni idea de su nombre. No me molesté ni en preguntarle como se llamaba y estábamos a menos de veinte de pasos de sentarnos en una mesa y comer juntos, que menos que saber su nombre, ¿no?
Me paré en seco y me olvidé aquel pensamiento de preguntarle su nombre al acordarme de algo un poco más importante para mí. Me giré mirando mi maleta que seguía al lado de la recepción sin nadie que la custodiara. Tenía ropa carísima ahí dentro y más que miedo a que me la robaran tenia miedo a que la abrieran y me hicieran preguntas de por que una chica que no parecía tener nada tenía más de doce mil euros en ropa. Volví a girarme mirando al chico dándole a entender que estaba preocupada por mi maleta.

- Oye, emmm... como te llames -sonreí amablemente para que viera que decía eso sin ninguna malicia ya que realmente no sabia su nombre-. Estoy dispuesta a ir a comer contigo porque tienes razón. comer es, ahora mismo, mas importante pero no puedo dejar mi maleta ahí donde cualquiera puede verla y llevársela. Con eso no digo que aquí nadie sea un ladrón pero si diera la casualidad de que...

- Shhh... -siseó colocando un dedo delante de sus labios pidiendo callarme- Eso tiene solución, no hace falta que pronuncies un discurso para hacérmelo entender, ¿si?

Pasó por mi lado y se dirigió hasta la recepción ignorando por completo mi maleta y se puso a hablar con la recepcionista. Valla una solución, ignorar mi maleta no es una solución y quería hacérselo entender. Fui hasta mi maleta y la arrastré hasta donde él estaba hablando con la recepcionista.

- Venga, Vero, hazme este favor. Si tú y yo sabemos que nunca cumples con las normas -estaba haciendo un trato con ella para que me diera una habitación. Como siempre había prejuzgado a alguien sin apenas conocerle-. Solo te pido que le alquiles una habitación y que le guardes la maleta un rato, nada más.

La recepcionista frunció los labios no muy convencida del favor que le estaba pidiendo y cuando miro al chico enarcó una ceja que me llamó la atención. Cuando miré al chico vi que la estaba mirándola en un intento de seducción que por la reacción de la recepcionista había fallado rotundamente y me fue inevitable soltar una risa silenciosa que tan solo captó la recepcionista.

- Te haré el favor si dejas de “intentar” seducirme, además de otra condición.

- Dejame adivinar. Quieres que le convenza a Fran de que te pida salir sin que sea evidente que me lo has pedido tú.

La recepcionista asintió e intercambio una mirada con el chico dando por zanjado el trato. Me sorprendió ver que a Vero (tuve que dar por sentado que ese era su nombre ya que había salido en la conversación entre ellos varias veces) no le atraía en absoluto aquel chico que para mi era un dios griego, pero también se me llegó a pasar por la cabeza que Vero lo conocería hace tiempo y ya no se dejaba embaucar por él.

- Perdona por lo de antes -me dijo Vero-. Espero que no fuera ese el motivo de tu desmayo.

Me sonrojé de nuevo perdiendo la cuenta de las veces que me había sonrojado desde mi bochornoso desmayo.

- No importa, además fue culpa mía, llevo un día muy estresante y...

- Esta bien, se acabó la conversación -el chico tomó mi maleta y la dejó detrás de la recepción para luego volver a mi lado y tomarme por el brazo-. No es por nada Vero pero esta chica necesita comer algo, si eso ya habláis después. Hasta luego.

Me arrastró con él hacia el comedor y miré a mis espaldas viendo la sorpresa impresa en la cara de Vero tras la reacción del chico. Yo también estaba sorprendida de aquella reacción tan inesperada, no entendía cuál era el problema que hablara con Vero y tenía la sensación de que le costaría contármelo, pero por lo menos podía intentarlo.

(Continúa en la segunda parte)