Editando el blog

domingo, 23 de mayo de 2010

No te dejes llevar por la primera impresión (1ª parte)

Un sonido. Una voz a lo lejos que parecía decirme algo. Intenté abrir los ojos pero la claridad que me rodeaba me hacia daño a las pupilas. Aquella voz seguía sonando, una voz grave pero agradable que, ya estaba segura, se dirigía hacia mí.
¿Qué me había ocurrido? Lo último que recordaba era el estar hablando con la recepcionista de la residencia de estudiantes que al fin había encontrado para poder hospedarme y descansar de aquel nuevo viaje que había emprendido; y después de eso... nada. No recordaba nada más de lo que había ocurrido.
¿Eso blanco era el techo?
Ahora lo recordaba. ¡Me había desmallado! Pero ni idea de por qué. Mi memoria terminaba viendo la cara de la recepcionista que, entre burla y negación, me negaba el poder alquilar una habitación aún habiendolas de sobra. Su escusa, había que hacer una reserva 15 días antes, como si aquello le importara.
Seguía sin ver mucho más y a mis ojos les costaba acostumbrarse a la claridad y enfocar la figura de aquella persona que me hablaba a apenas medio metro de distancia. Su voz me embaucaba, me relajaba de tal manera que me daba igual no poder ver bien nunca más, si podía escuchar esa voz siempre no me importaba perder mi otro sentido. Poco a poco mi vista se iba acomodando a la claridad pero entonces aquella persona se alejó y la sustituyó otra con una voz también grave pero no tan atrayente. No quería que se fuera, quería poder ver la imagen de aquella voz que me había cautivado, quería que volviera.
Mi boca comenzó a moverse involuntariamente y de ella salían palabras que parecían extrañar a la persona que ahora se encontraba delante mía. ¿Qué estaría diciendo? Tal vez estaría delirando, soltando por mi boca cualquier cosa que les haría sospechar que necesitaba un médico urgente.
Al fin pude ver con claridad y un chico con unos ojos verdes, que me impactaron nada más verlos por aquel resplandor esmeralda que deprendían, estaba acercando su cara a la mía preguntándome algo que aún me costaba entender. Dios mio, ¡que ojos! Si no fuera por que podía ser algo imposible habría jurado poder ver aquellos ojos incluso en una habitación completamente a oscuras. No podía apartar la mirada que ellos.
¿Qué me estaba pasando? Primero aquella voz y ahora los ojos de este chico. Me estaba obsesionando con los sentidos de la gente, tan solo me faltaba sorprenderme por el sentido auditivo de alguno de los allí presentes.

- ¿Te encuentras bien?

Ahora podía escucharle y al fin aparte mi mirada de sus ojos y miré a toda su cara comprobando que tenia algo más que aquellos impactantes ojos. Tenia el pelo negro azabache y la piel bronceada. Tal vez seria por eso que sus ojos me impactaron tanto a primera vista, en aquella tez oscura, que era natural y no bronceado de playa para mi sorpresa, y el cabello tan oscuro hacia que sus ojos fueran lo que más se veía en todo su rostro.
Esperaba mi respuesta y yo no había hecho más que analizarlo así que asentí con la cabeza y él extendió su mano tomándola con la mía para ayudarme a ponerme en pie. Sentí un leve mareo y aquello hizo que aquel chico me sujetara rodeandome con ambos brazos, me apoyé sobre él intentando concentrarme el poder mantener el equilibrio por mi cuenta.
Aún estaba en sus brazos cuando vi que alrededor nuestra estaban casi todas las personas que estaban en el hall en aquel momento. Me ruboricé de tal manera que tuve que fingir volver a marearme para que nadie pudiera ver mi cara tan colorada como si me hubiera pasado horas en la cámara de bronceado de rayos UVA.

- Creo que ya esta mejor, no os preocupéis me encargaré de ella. -dijo el chico y escuché como los murmullos de la gente se iban alejando poco a poco-. Ya puedes dejar de esconderte, nadie va a ver lo roja que te has puesto.

Me separé apenas para ver su cara que me dirigía una sonrisa burlona pero sin malicia alguna y giré para ver que todo el mundo se había marchado de mi bochornosa escena. Al notar como los brazos de él se aflojaban dándome paso a separarme de él fui apartándome poco a poco observando aquel cuerpo que me había sujetado.
Mi sentido no me había engañado, ¡aquel chico era un armario!
No era mucho más alto que yo, al menos diez centímetros más alto, pero su cuerpo era puro músculo y sabia portarlo con maestría. Sus brazos, su torso, su abdomen; era como aquellos hombres de los que había leído en los libros de literatura romántica o en las telenovelas de la tarde. Todo aquello unido a aquel rostro y aquellos ojos era como tener un dios griego en carne y hueso. Además sabia vestir con elegancia en concorde a su economía, por que aquel polo que llevaba no era de gran calidad, pero que bien le quedaba. La ropa no le venia ni muy ajustada ni muy suelta, los vaqueros eran desgastados y los conjuntaba con las zapatillas de tela blancas y aquel polo blanco de manga corta que daba a lucir aquellos enormes brazos y un tanto ajustado, pero no demasiado, que dejaba un poco marcados aquellos pectorales que debía ser un espectáculo contemplarlos tras un baño en la piscina.
¡Madre mía, que salida que estoy! El chico es guapo si, y tiene un cuerpo de primer premio pero yo no buscaba solo aquello en un hombre, tenia que ver como era por dentro también además que nunca han sido mi tipo esta clase de chicos, a mi siempre me han ido más comunes. Con eso no me refiero a que no se cuide pero no exijo tanto. ¿Y que había sido de aquella voz? Esa voz grave y dulce con la que había recuperado el conocimiento. Tenía que encontrar de quién era esa voz, tenía que conocer a ese chico fuera como fuese, no me importaba como fuera o que clase de gente regentara, quería conocerle y descubrir si era alguien con quien poder pasar cada segundo de mi vida.

- ¿Ya te encuentras mejor? Si quieres puedes sentarte un poco.

Me había olvidado del dios griego. Hace un momento no hacía más que pensar en él y en cuanto me he acordado de aquella voz le he olvidado por completo. Esto me dejaba claro que él solo me atraía físicamente, pero de todas maneras nunca habría querido nada con él. Es un dios, si, y no me cansaré de llamarlo así, pero tenía el mismo o parecido estereotipo de los hombres que mi padre me presentaba continuamente para que salieran conmigo. A parte de que este chico no se pareciera en nada a la forma de ser de aquellos hombres no podría estar con alguien que me recordara todo aquello.

- No, no te preocupes ya estoy mejor. Y mejor me quedo de pie, creo que si me siento volveré a caer rendida otra vez.

Un sonido interno ronroneó cerca nuestro y sus ojos bajaron por mi cuerpo hasta mi estómago que seguía quejandose de una manera estruendosa y vergonzante. Coloqué mis manos en mi estómago intentando que el ruido cesara pero aquello continuó y mi vergüenza fue completa después de todo lo ocurrido.
Su moderada risa me abochornó de tal manera que no sabia donde esconderme. La única manera que tenía de esconderme de la situación era agachar la mirada y creer que estaba muy, muy lejos de allí y que nada había ocurrido. Cuando mi mente estaba intentando borrar todo aquello algo se posó en mi hombro y alcé la cabeza viendo la cara del chico en la que se dibujaba una sonrisa despreocupada.

- Tranquila, es normal cuando es la hora de comer. -levantó su brazo izquierdo mostrándome el reloj que rodeaba su muñeca y mostraba las tres de la tarde-. Y no eres la única, a mi también se me estaban quejando las tripas hace un rato. Así que vamos, te invito a comer.

- ¿Q... qué? -tartamudeé y... ¿me había sonrojado?-. No, no pasa nada, por ahora me conformo en conseguir una habitación, ya podré comer luego.

- Que te crees tu eso. Vas a venir conmigo a comer algo si no quieres volver a desmayarte -apartó su mano de mi hombro y se colocó a mi lado esta vez rodeando mis hombros con su enorme brazo derecho. Es ese momento me sentí enana-, y ya nos encargaremos de la habitación después.

“¿Nos...?”
No supe que decir, me paralicé y ni un solo sonido pudo salir de mi garganta cuando me llevó con él hacia la zona donde se encontraba el comedor con todo su cuerpo caminando a mi lado. Me dio la sensación que de que todo el mundo nos miraba, pero también podía ser mi propia sensación de sentirme un gnomo de jardín al lado de aquel chico, que, ahora que lo pensaba, no tenia ni idea de su nombre. No me molesté ni en preguntarle como se llamaba y estábamos a menos de veinte de pasos de sentarnos en una mesa y comer juntos, que menos que saber su nombre, ¿no?
Me paré en seco y me olvidé aquel pensamiento de preguntarle su nombre al acordarme de algo un poco más importante para mí. Me giré mirando mi maleta que seguía al lado de la recepción sin nadie que la custodiara. Tenía ropa carísima ahí dentro y más que miedo a que me la robaran tenia miedo a que la abrieran y me hicieran preguntas de por que una chica que no parecía tener nada tenía más de doce mil euros en ropa. Volví a girarme mirando al chico dándole a entender que estaba preocupada por mi maleta.

- Oye, emmm... como te llames -sonreí amablemente para que viera que decía eso sin ninguna malicia ya que realmente no sabia su nombre-. Estoy dispuesta a ir a comer contigo porque tienes razón. comer es, ahora mismo, mas importante pero no puedo dejar mi maleta ahí donde cualquiera puede verla y llevársela. Con eso no digo que aquí nadie sea un ladrón pero si diera la casualidad de que...

- Shhh... -siseó colocando un dedo delante de sus labios pidiendo callarme- Eso tiene solución, no hace falta que pronuncies un discurso para hacérmelo entender, ¿si?

Pasó por mi lado y se dirigió hasta la recepción ignorando por completo mi maleta y se puso a hablar con la recepcionista. Valla una solución, ignorar mi maleta no es una solución y quería hacérselo entender. Fui hasta mi maleta y la arrastré hasta donde él estaba hablando con la recepcionista.

- Venga, Vero, hazme este favor. Si tú y yo sabemos que nunca cumples con las normas -estaba haciendo un trato con ella para que me diera una habitación. Como siempre había prejuzgado a alguien sin apenas conocerle-. Solo te pido que le alquiles una habitación y que le guardes la maleta un rato, nada más.

La recepcionista frunció los labios no muy convencida del favor que le estaba pidiendo y cuando miro al chico enarcó una ceja que me llamó la atención. Cuando miré al chico vi que la estaba mirándola en un intento de seducción que por la reacción de la recepcionista había fallado rotundamente y me fue inevitable soltar una risa silenciosa que tan solo captó la recepcionista.

- Te haré el favor si dejas de “intentar” seducirme, además de otra condición.

- Dejame adivinar. Quieres que le convenza a Fran de que te pida salir sin que sea evidente que me lo has pedido tú.

La recepcionista asintió e intercambio una mirada con el chico dando por zanjado el trato. Me sorprendió ver que a Vero (tuve que dar por sentado que ese era su nombre ya que había salido en la conversación entre ellos varias veces) no le atraía en absoluto aquel chico que para mi era un dios griego, pero también se me llegó a pasar por la cabeza que Vero lo conocería hace tiempo y ya no se dejaba embaucar por él.

- Perdona por lo de antes -me dijo Vero-. Espero que no fuera ese el motivo de tu desmayo.

Me sonrojé de nuevo perdiendo la cuenta de las veces que me había sonrojado desde mi bochornoso desmayo.

- No importa, además fue culpa mía, llevo un día muy estresante y...

- Esta bien, se acabó la conversación -el chico tomó mi maleta y la dejó detrás de la recepción para luego volver a mi lado y tomarme por el brazo-. No es por nada Vero pero esta chica necesita comer algo, si eso ya habláis después. Hasta luego.

Me arrastró con él hacia el comedor y miré a mis espaldas viendo la sorpresa impresa en la cara de Vero tras la reacción del chico. Yo también estaba sorprendida de aquella reacción tan inesperada, no entendía cuál era el problema que hablara con Vero y tenía la sensación de que le costaría contármelo, pero por lo menos podía intentarlo.

(Continúa en la segunda parte)

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